A veces, muchas veces
Como el caballo viejo de la sabana, uno no se da ni cuenta,
pero son muchas veces en las que tropezar forma parte de la rutina de la vida,
que a fin de cuentas siempre nos lleva al mismo punto de partida.
Viene a cuento por aquello de tropezar con la misma piedra,
y como se nos olvida la manera de evitarla. Nunca lo hubiera creído pero ocurrió ayer, cuando
tropecé con algo saliente en el suelo, físicamente el traspié me llevo a dar
varias cambayadas para evitar la inminente caída que no fue, por fortuna, cuando
felizmente pude asirme a la reja de una ventana. Cinco metros dando tumbos, que
me hubieran producido una más que posible lesión, aparte del susto que me metió
en el cuerpo solo pensar el batacazo sobre el duro pavimento de granito, que en
sus irregularidades hizo hace ya algunos años un falso histórico de calles
adoquinadas, mi amigo Javier, al disponer que el pavimento de granito volviera
a intramuros.
Serian las siete de la mañana de hoy, y aunque ya clarea, la
lluvia hacia oscuro el camino que a diario tomo por ese pedregal mas propio del
pasado, y que dificulta su caminar con tantas irregularidades y los charcos que
se forman, no me podía creer que hubiera vuelto a tropezar con el mismo adoquín
levantado, en realidad son dos, pero esta vez no pude evitar la caída, por suerte,
para mi edad, solo ha sido un culazo amortiguado tratando de encontrar la
ventana salvadora.
Dos días seguidos, y tropezando con la misma piedra era algo que no
cabía pensar que me sucediera. Claro que en estas ocasiones el tropezón, los
tropezones, no eran ninguna metáfora, pues de estas ocurren con mas frecuencias
de lo deseable eso de tropezar muchas veces con algo que se puede evitar, como
espero que mañana me suceda si me acuerdo y cambio de itinerario.
Claro que lo de la puerta, esa puerta que demando para que
el propio Ayuntamiento pueda cumplir con la Ley , no es ninguna piedra con la que a diario
tropiezo. ¿Acaso creen que no la llegaran a abrir?
Que algo sucede (con lo de la puerta) es evidente, pero no
tiene ninguna consistencia de que sea la concesionaria-adjudicataria la que
tenga el protagonismo del obstáculo donde tropieza este asunto. Imagino que
tampoco puede ser la causa del posible
trastabillamiento que antecede al porrazo final, quien por fraternal cariño
creció entre los placeros de la
Encarnación , y hoy está en el ajo. ¿Entonces?
A veces, muchas veces, la piedra no es algo que está
escondida al objeto de que al pasar, como si fuera una puerta, alguien pueda
tropezar. La piedra, en este caso la que trataré de evitar mañana, para no
mejorar el record, solo es que un adoquín se ha levantado, posiblemente al
pasar un vehiculo pesado, y una vez que tenían perdida las lechadas de unión
por el paso también de los años, se ha convertido en un elemento perturbador al
paso, por cuanto serán muchos los que tropezaran, hasta que, o mal ocurra una desgracia,
y denuncie la persona damnificada a la administración, Dios no lo quiera, o mi querida
delegada del casco antiguo tenga a bien venir a comprobarlo, y de paso le
vuelvo a recordar, como tantas otras muchas veces, lo de la puerta.
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