martes, 29 de enero de 2008

MORDER, O TRAGAR

En la boca

La Naturaleza fue generosa, gracias a la buena genética que mis procreadores me aportaron. No tendría ninguna queja, ni motivos para hacerlo, salvo por la debilidad del marfil que me dejaron de herencia. Un cuidado extremo, por consejo medico, me permitió desde los veinte años conservar una precaria dentadura, a la que le faltaban tantas piezas, como la irracional conducta medica de la seguridad social que entre los años 60 y 67, cada dolor de muelas, cada problema bucal era solucionado con una extracción, al punto de que si no hubiera acudido a la sanidad privada desde hace muchos años hubiera tenido una prótesis con engorrosos pegamentos.
Fue a partir de los veinte años cuando los empastes empezaron a recuperar las debilidades ebúrneas, de un frágil esmalte y con ayuda de diferentes prótesis esqueléticas, con enganches fijados en piezas relativamente sanas la cosa fue tirando, hasta que unos de los enganches vinieron a producir una sujeción imposible. Durantes muchos años, varias prótesis metálicas no dieron solucion suficiente, y la articulación, al masticar sin estos artilugios, cada vez de mayor tamaño y cada vez mas difícil de portar, y soportar por la falta de adaptación y la enorme fatiga producida, al punto que, las distintas presiones en la masticación forzaban a un trabajo en desequilibrio de las escasas piezas, con la consecuencia, de nuevas e irreparables perdidas.
El estomatólogo, amigo, me ha aconsejado que la solución pasa por implantar algunas piezas, pues difícilmente, conociendo el estado de los huesos y al paciente, cree que una recuperación en su totalidad, tiene poca viabilidad. Lo malo es que el no realiza estas intervenciones.
Durante un tiempo he consultado en distintas clínicas, todas de contrastada profesionalidad médica, de hecho algunos de estos especialistas ejercen en la sanidad publica, pero ahora viene lo peor que es el precio de esta intervención, que sobrepasa de manera desmesurada la que puede soportar una economía apretada.
Ni que decir tiene que este servicio de vital importancia no tiene cobertura en la seguridad social, la misma, que tantas piezas retiraba tan alegremente cuando era un adolescente.
Esta reflexión me lleva a pensar, como este servicio público puede dejar sin atender a tantos pacientes. No quisiera hacer comparaciones con otros tratamientos e intervenciones, que no dejaran de ser importantes, pero si la boca es la entrada de muchas patologías, la masticación fundamental, y la alimentación básica, para una buena salud, tendré que, en la madurez de un retiro próximo, solicitar un crédito, y contratar un seguro de vida que avale a este, e hipotecar parte de una pensión mínima, para poder masticar las diferentes texturas de las comidas y alimentarme sin las restricciones que la falta de piezas causa, no solo en el organismo, cuerpo y mente, sino en el carácter, aunque sea posible que solo me quede para comer sopa de sobre después de tragarme las setas, o chupar los alcauciles, como el mamón, su dedo.
Invito a las fuerzas políticas que estudien a la mayor brevedad, la incorporación sanitaria de este fundamental servicio, si es que se quieren realizar políticas modernas, de vanguardia, y solidarias para mejorar la salud de tantos pacientes, que posiblemente con los años, presente otras patologías como consecuencia de esta grave deficiencia, que con alta calificación y eficacia, como los emolumentos, la sanidad privada nos ofrece.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 28 de Enero de 2008

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