viernes, 25 de enero de 2008

Ochenta años

Obrero

Buscando paredes en alquiler, que devoraban sus esfuerzos, lograron hacerlas hogares que el tiempo deterioró como la vida, y huyendo de los puntales de ruinas, buscando el refugio, como dolorosas de puñal traspasado, entre bombas y cañones, y leones venerados, en la cañada de sangre, campamento de soldados, se atrevieron, siendo viejas, luchar, por tanto pasado, que ocuparon casa nueva donde a casitas jugaron, y por derecho encontrar, para ser reconocidas, abuelas de San Bernardo, y merecer, sin sobresaltos, disfrutar de la conquista, como hiciera el Rey Santo.
Duro tiempo en el que el obrero bebe para olvidar el dolor producido en los músculos por jornadas interminables, y el desgaste que cada noche supone recontar las miserias conseguidas, que apenas alcanza, para pagar un cubiculo entre esterones, más, su cansancio, no le aleja de una razón procreadora. Obrerito que llega al mundo, te guarde Dios.
Pero la miseria de esa o, de obrero, encuentra en “la pintada”, el acomodo de un retiro hasta la fecha imposible, justo cuando la Encarnación se hace centenaria.
Obrero y torero, no se retiran, ni dejan de serlo, son como estigmas de una identidad de cuna en solidaridad con su estatus, gente de barrio sin subvenciones, pues estas, se pierden por los camino del silencio. Refugio en San Bernardo, de las abuelas su burladero, en la Trinidad, misterio, casa de baños, en Retiro Obrero, hogar de los abuelos.
Tal como si ocho décadas no hubieran pasado, ocho de la Encarnación subvencionada por las cosas del silencio, que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda, todo acaba por descubrirse.
O de obrero, O de Ollero, el retiro quiere rendir tributo y homenaje a su mentor, para ponerle nombre al gran desconocido, en uno de esos edificios por él construido, ahora destruido por urgencias de una o ociosa, o de oportunista, inicia una lucha para que sean restituidos en su integridad a quienes pertenece, y una vez que sean recuperados, recuerde a quien tanta oportunidad de vivienda digna, ofreció para obreros necesitados de ella, y se comprometieron para poner fin a un sueño, haciéndolo posible. Un barrio ciudad en extramuros, con todos los servicios integrados, una verdadera vanguardia del momento, guardería, asistencia medica, escuelas, biblioteca, iglesia y piscinas. Una nueva ciudad en la ciudad, expandiendo una ciudad encorsetada.
Fue una idea de la privilegiada mente de su promotor, el gran desconocido, por voluntad propia, libre de la sospecha de la especulación, que supo encontrar su formula en el embrión de seguridad social, con S, de Sevilla, para que los obreros, sin más filiación que su palabra, ni mas flores que su trabajo, pudieran hacerla realidad. En la Encarnación, el mercado abastece las necesidades de la ciudad, pero aparece la primera idea de derribarle.¡1920!.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 24 de Enero de 2008

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