domingo, 6 de enero de 2008

Con las cosas de comer, no se juega.

El precio justo



El concurso era fácil, al menos lo parecía. Calcular el precio de los regalos que el presentador mostraba, y que hizo famoso con su frase “a jugar”.

Sería un concurso sin ganador, una estafa, si aparecieran por el escaparate las setas de la Encarnación. Nadie podrá calcular por cuanto nos saldrá lo de las setas, phaloides o muscarias, porque tendrán un costo que ni se lo imaginan. Todo un derroche.

¿Lo calculan?, Pues se quedaran corto.

Cuesta imaginar, poniéndole valor monetario, lo que ha supuesto durante tantos años permanecer calladamente en semejante sitio para los 91 comerciantes que lograron permanecer arrinconados en ese purgatorio de espera, llamado provisional, donde algo mas de un tercio de ellos han sucumbido.

Mucho más difícil resultaría calcular la vergüenza soportada en esas jaulas de dimensiones inferiores a las que exigen para habitáculo de los primates.

¿Saben lo que ha supuesto permanecer en un chabolismo comercial, por una expropiación municipal, tan degradante, como para perder los estímulos necesarios para ejercer la venta con dignidad, bajo unas chapas recalentada en los días calurosos por un poniente inexorable, haciendo del lugar un horno insoportable, fuera de toda normativa legal sobre condiciones de trabajo?

A todo eso únase la mentira del mercado emblemático para la ciudad, y cerciórense de lo que es la ocurrencia del “parasol y los cuarenta” puestos del mercado dedalito, todo un cuento, pero de los de Calleja.

Añadan el expolio a la Historia, donde cada excrescencia de la perla retirada era paginas de un pasado que se perdía. Calculen si pueden el valor de las acacias taladas, y los castaños de indias, lo de las modificaciones en las alineaciones medievales.

Incrementen el lucro cesante del anterior concesionario para evitar los retrasos de un litigio, ponderando una desposesión, tras un gasto y una inversión que al parecer le faltó de todo menos urgencia.

Resten, por que no encontraran ni estación para el metro, ni tranvía bajo la alargada sombra de una cubierta que no dejará de ser un inútil icono del tiempo del sueño. Ni que decir tiene que deben de incrementar, para cuando este pase, la factura del derribista, y eso si, en esta ocasión se efectuará el pago cuando se compruebe que el trabajo ha sido realizado, evitando la duplicidad en las facturas.

Con estos datos y los flecos que omito para no aburrirles en esto del concurso, les digo, “a jugar”.

Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla 29 de mayo de 2006

No hay comentarios: