Tres palabras
Algo tendré que hacer llegado el momento, pues no deja de
parecerme que esta desproporción anunciada sea la justa, cuando tiene que existir
unos espacios de limites de tolerancia en caso de menor cuantía, como en los limites de velocidad, lejos de la
inflexibilidad que se nos indica para nuestro susto, solo por cometer un error contable que no
produce daño ni a propio, ni a extraños, ni a terceros, y que por ello sea
tratado en su conjunto como si no cupiera en este el perdón, la amonestación, la advertencia, la
reposición, devolución, pues es sabido que la negligencia o la equivocación, solo es delito
cuando intencionadamente se actúa en provecho.
Evidentemente no solo por aquello de que me haya quitado el sueño la cantidad que no
dispongo, que lo es, también por la posibilidad real que existe en que el
ahorro que a duras penas guardo para los cuatro implantes que necesito desde
hace algún tiempo, al objeto de, ahora que voy siendo mayor, poder comer sin
dificultades, y tengan por esta cosa que esperar, más cuando estas dificultades vengan
a aparecer cuando ya hasta sacar para comer se hace difícil.
Donde somos todos, donde al agente no tiembla el pulso para nada,
donde para nada de nada vale decir, “Lo siento mucho”, “Me he equivocado”, y “No
volverá a suceder”, en real intento para convencer de que lo ocurrido a sido causa
de sopitipando, y no de la maldad, pues, que afán de defraudar puede existir al
omitir el pago de cantidades que no alcanzan los 340 euros en el total de las facturas de compras, alrededor de 280, durante todo el pasado año.
De todas, resulta que en la mayor parte de las 77 irregularidades que el revisor ha advertido, todas fácilmente detectadas pues no aparecía en ningún modo la intención de revestirlas de camuflaje, pues resulta que además, en mas de la mitad de estas (en ninguno de los casos) la omisión de la obligación de pago llegan al euro. El delito es el delito.
De todas, resulta que en la mayor parte de las 77 irregularidades que el revisor ha advertido, todas fácilmente detectadas pues no aparecía en ningún modo la intención de revestirlas de camuflaje, pues resulta que además, en mas de la mitad de estas (en ninguno de los casos) la omisión de la obligación de pago llegan al euro. El delito es el delito.
Donde somos todos, por el momento me ha quitado el sueño, y
no quiero ni pensar en que también llegado el día pierda lo que guardo para los
implantes. Sería demasiado castigo para tan minima falta, y por más vueltas que
le doy al asunto el costo de esta equivocación se me hace desmesurado mas
cuando en ningún momento ha existido intención de beneficio.
Con seguridad si algún cliente me dejara de pagar por valor
de 0.15 euros, 0.19, 0.35, o 0.56 euros tal como sucede, que por tan exigua cantidad impagada, ya fuera sin darse cuenta o
intencionadamente, ¿existiría alguna posibilidad de cobrar? Donde somos todos,
lo hacen, y con creces, mas solo puedo
pensar que en este caso, como en otros tantos, cuando menos parece excesivo el
sistema recaudatorio, tanto o mas, de como pienso que resulta el gasto en lo
publico.
También los implantes se lleva lo suyo, mas cuando son de
calidad, motivo por el cual están esperando una oportunidad que no les llega,
ante la cantidad de extras que cada mes aparecen, y no dejan que caliente la
masita en reposo y que no sube sin la levadura, y mucho me temo que por mas de
un año, además que donde somos todos me impide jubilarme, y donde se me agotan los
plazos me preparan la paguita resultante para el inminente jubilo, que será como de medio implante al
mes, lo cual me lleva a estar sin sueño desde hace algún tiempo, haciendo números,
mas números, por lo que solo me permitirían
alimentarme, llegado el momento, exclusivamente de farallo.
La verdad es que apenas quedan salidas, y además no existe ni
la puerta por muy necesaria que se hace su colocación, ni entrada que pueda paliar
la situación, y todo pasa por repetir
una y otra vez las palabras mágicas, y reales, de “Lo siento mucho”, “Me he
equivocado”, y “No volverá a suceder”, y esperar por si en la distancia corta
el revisor tiene un día en el que al oír estas palabras, casi desesperadas, consigan que su pulso firme le tiemble aunque
sea por una sola vez.
Sevilla a 17 de Junio de 2014
Francisco Rodríguez Estévez
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