martes, 17 de junio de 2014


Tres palabras

 

Algo tendré que hacer llegado el momento, pues no deja de parecerme que esta desproporción anunciada sea la justa, cuando tiene que existir unos espacios de limites de tolerancia en caso de menor cuantía, como en los limites de velocidad, lejos de la inflexibilidad que se nos indica para nuestro susto, solo por cometer un error contable que no produce daño ni a propio, ni a extraños, ni a terceros, y que por ello sea tratado en su conjunto como si no cupiera en este el perdón, la amonestación, la advertencia, la reposición, devolución, pues es sabido que la negligencia o la equivocación, solo es delito cuando intencionadamente se actúa en provecho.

Evidentemente no solo por aquello de que  me haya quitado el sueño la cantidad que no dispongo, que lo es, también por la posibilidad real que existe en que el ahorro que a duras penas guardo para los cuatro implantes que necesito desde hace algún tiempo, al objeto de, ahora que voy siendo mayor, poder comer sin dificultades, y  tengan por esta cosa que esperar, más cuando estas dificultades vengan a aparecer cuando ya hasta sacar para comer se hace difícil.

Donde somos todos, donde al agente no tiembla el pulso para nada, donde para nada de nada vale decir, “Lo siento mucho”, “Me he equivocado”, y “No volverá a suceder”, en real intento para convencer de que lo ocurrido a sido causa de sopitipando, y no de la maldad, pues, que afán de defraudar puede existir al omitir el pago de cantidades que no alcanzan los 340 euros en el total de las facturas de compras, alrededor de 280, durante todo el pasado año.
De todas, resulta que en la mayor parte de las 77 irregularidades que el revisor ha advertido, todas fácilmente detectadas pues no aparecía en ningún modo la intención de revestirlas de camuflaje, pues resulta que además, en mas de la mitad de estas (en ninguno de los casos) la omisión de la obligación de pago llegan al  euro. El delito es el delito.

Donde somos todos, por el momento me ha quitado el sueño, y no quiero ni pensar en que también llegado el día pierda lo que guardo para los implantes. Sería demasiado castigo para tan minima falta, y por más vueltas que le doy al asunto el costo de esta equivocación se me hace desmesurado mas cuando en ningún momento ha existido intención de beneficio.

Con seguridad si algún cliente me dejara de pagar por valor de 0.15 euros, 0.19, 0.35, o 0.56 euros tal como sucede, que por tan exigua cantidad impagada, ya fuera sin darse cuenta o intencionadamente, ¿existiría alguna posibilidad de cobrar? Donde somos todos, lo hacen, y  con creces, mas solo puedo pensar que en este caso, como en otros tantos, cuando menos parece excesivo el sistema recaudatorio, tanto o mas, de como pienso que resulta el gasto en lo publico.

También los implantes se lleva lo suyo, mas cuando son de calidad, motivo por el cual están esperando una oportunidad que no les llega, ante la cantidad de extras que cada mes aparecen, y no dejan que caliente la masita en reposo y que no sube sin la levadura, y mucho me temo que por mas de un año, además que donde somos todos me impide jubilarme, y donde se me agotan los plazos me preparan la paguita resultante para el inminente jubilo, que será como de medio implante al mes, lo cual me lleva a estar sin sueño desde hace algún tiempo, haciendo números, mas números, por lo  que solo me permitirían alimentarme, llegado el momento, exclusivamente de farallo.

La verdad es que apenas quedan salidas, y además no existe ni la puerta por muy necesaria que se hace su colocación, ni entrada que pueda paliar la situación, y  todo pasa por repetir una y otra vez las palabras mágicas, y reales, de “Lo siento mucho”, “Me he equivocado”, y “No volverá a suceder”, y esperar por si en la distancia corta el revisor tiene un día en el que al oír estas palabras, casi desesperadas,  consigan que su pulso firme le tiemble aunque sea por una sola vez.

Sevilla a 17 de Junio de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

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