Siete de Julio
(de 2005)
En el delirio de la velocidad de
una huida hacia delante, todos corren, tal como si una prisa de miedos les
persiguiera, sin saber a donde conducirá esta carrera, a la plaza. Pies para
que os quiero, ¿A los hules?
Corredores y astados hacen un recorrido de suertes. Cabestros con cencerros y astifinos morlacos, entre la bulla de pañuelo rojo y pastores con varas largas, en colorista amalgama, enfilan hacia el coso.
Corredores y astados hacen un recorrido de suertes. Cabestros con cencerros y astifinos morlacos, entre la bulla de pañuelo rojo y pastores con varas largas, en colorista amalgama, enfilan hacia el coso.
Siete de Julio, San Fermín. El
encierro fue de los que llaman limpio, sin sobresaltos, la manada no se llevó
nada que fuera relevante, aparte del susto por Mercaderes, si bien con la
carrera aligeraron algo de peso en la romana. El peso de la historia se confunde
con el fango de las margas azules por cuestión de kilos.
En
¿Donde se decantará la razón? Dos
versiones de un mismo argumento, para recuperar una plaza del abandono, del
vacío, a la que por lo sucedido nadie advertía que llevaba así treinta y dos
años, y ante esta actuación de modernidad está poder devolver a los vendedores,
del mercado provisional, su lugar en un mercado emblemático de nueva
construcción, por fin esta vez, en superficie.
Dos soluciones con talantes
distintos, una por las bravas, es decir como las higueras, reivindicando un ya
inmediato, y otra con la racionalidad y solidaridad, que apenas pocos reparan
en atender, para poder entender, lo de que una Encarnación mejor es posible.
Sin parones, sin prisas, sin
perder más el tiempo, todos quieren el mejor de los mercados, ¿o no? ¿Que menos
se merece esta ciudad, y quienes fueron capaces en condiciones increíbles
evitar que este se perdiera? ¿Pero donde está la razón? Puede ser un icono
motivo suficiente para que centro comercial, estacion de metro, museo
arqueologico, epatante cubierta, y plaza municipal de abastos, lo justifique.
El papel y la pancarta lo aguantan
todo, las promesas también. Unos aclaman al Metropol, entendiendo que eso será
la panacea revitalizadora de un comercio que languidece, craso error. Otros,
inconformes, no aciertan a ver en el mismo las bondades que se le atribuyen, ni
la estación del metro, ni los aparcamientos previsto en su anillo perimetral, y
menos el mercado tradicional, pero el premio es el premio. Advierten, eso sí,
que inexplicablemente el proyecto aplaudido crea más locales comerciales, donde
los cierres y los traspasos son evidentes, y que los hace a costa de reducir el
espacio del llamado mercado emblemático convirtiéndole en mercado-dedalitos, y
que esta nueva creación de posibles negocios no pueden ser utilizados para
bares y restaurantes, puesto que es esta una zona calificada, por el propio
Ayuntamiento, como saturada de bares y de ruidos.
Que decir de la azotea, a la que
su autor denomina plaza pública elevada y que llegará a convertirse con
seguridad en un botellodromo, bajo la epatante cubierta, tan cara como inútil,
mirador y restaurante incluidos, que jamás ofrecerá la dulce sombra de naranjos
y magnolios, por otro lado imposibles de plantar.
Una idea de vanguardia, de belleza
discutible, según gustos y tendencias, pero que no se sabe porqué omite la energía
solar. Y la Hispalis …..antes
intocable, desmontada a la velocidad de pilotaje, donde las peligrosas curvas
de derrapaje gastan los Bibendum, como las ruedas en el ladrillo oculto del
circuito de Indianápolis, (ciudad de indios). Será por gastar. (Pueden entonar, llegado a este punto, el pobre de mí).
-Sevilla.7-7-05
-Sevilla.7-7-05
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