sábado, 14 de junio de 2014


Siete de Julio
(de 2005)
 

En el delirio de la velocidad de una huida hacia delante, todos corren, tal como si una prisa de miedos les persiguiera, sin saber a donde conducirá esta carrera, a la plaza. Pies para que os quiero, ¿A los hules?
Corredores y astados hacen un recorrido de suertes. Cabestros con cencerros y astifinos morlacos, entre la bulla de pañuelo rojo y pastores con varas largas, en colorista amalgama, enfilan hacia el coso.

Siete de Julio, San Fermín. El encierro fue de los que llaman limpio, sin sobresaltos, la manada no se llevó nada que fuera relevante, aparte del susto por Mercaderes, si bien con la carrera aligeraron algo de peso en la romana. El peso de la historia se confunde con el fango de las margas azules por cuestión de kilos.


En la Encarnación, siete de Julio, voces dispares en los papeles y panfletos. En el frenesí de vértigo se mezclan las octavillas de los deseos, con los balcones engalanados de mensajes ¡Mercado,ya!.

¿Donde se decantará la razón? Dos versiones de un mismo argumento, para recuperar una plaza del abandono, del vacío, a la que por lo sucedido nadie advertía que llevaba así treinta y dos años, y ante esta actuación de modernidad está poder devolver a los vendedores, del mercado provisional, su lugar en un mercado emblemático de nueva construcción, por fin esta vez, en superficie.

Dos soluciones con talantes distintos, una por las bravas, es decir como las higueras, reivindicando un ya inmediato, y otra con la racionalidad y solidaridad, que apenas pocos reparan en atender, para poder entender, lo de que una Encarnación mejor es posible.

Sin parones, sin prisas, sin perder más el tiempo, todos quieren el mejor de los mercados, ¿o no? ¿Que menos se merece esta ciudad, y quienes fueron capaces en condiciones increíbles evitar que este se perdiera? ¿Pero donde está la razón? Puede ser un icono motivo suficiente para que centro comercial, estacion de metro, museo arqueologico, epatante cubierta, y plaza municipal de abastos, lo justifique.

 

El papel y la pancarta lo aguantan todo, las promesas también. Unos aclaman al Metropol, entendiendo que eso será la panacea revitalizadora de un comercio que languidece, craso error. Otros, inconformes, no aciertan a ver en el mismo las bondades que se le atribuyen, ni la estación del metro, ni los aparcamientos previsto en su anillo perimetral, y menos el mercado tradicional, pero el premio es el premio. Advierten, eso sí, que inexplicablemente el proyecto aplaudido crea más locales comerciales, donde los cierres y los traspasos son evidentes, y que los hace a costa de reducir el espacio del llamado mercado emblemático convirtiéndole en mercado-dedalitos, y que esta nueva creación de posibles negocios no pueden ser utilizados para bares y restaurantes, puesto que es esta una zona calificada, por el propio Ayuntamiento, como saturada de bares y de ruidos.

Que decir de la azotea, a la que su autor denomina plaza pública elevada y que llegará a convertirse con seguridad en un botellodromo, bajo la epatante cubierta, tan cara como inútil, mirador y restaurante incluidos, que jamás ofrecerá la dulce sombra de naranjos y magnolios, por otro lado imposibles de plantar.

Una idea de vanguardia, de belleza discutible, según gustos y tendencias, pero que no se sabe porqué omite la energía solar. Y la Hispalis…..antes intocable, desmontada a la velocidad de pilotaje, donde las peligrosas curvas de derrapaje gastan los Bibendum, como las ruedas en el ladrillo oculto del circuito de Indianápolis, (ciudad de indios). Será por gastar. (Pueden entonar, llegado a este punto, el pobre de mí).
-Sevilla.7-7-05

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