Fétido, siempre es fétido, por mas que así se llama el
cuñado de Morticia, al que por algo le bautizaron de tal suerte, además de por
feo, y es que cuando desde el principio algo huele mal, ya no hay forma.
En lo de la
Encarnación fétido es el aliento halitosistico que cada
día deja escapar el bicho por la tortuosa boca que se abre al laberinto. Son
las ocho de la mañana.
Si bien le ha desaparecido el rugido que durante el primer
año se dejaba sentir en cada amanecer, aun mantiene su halito sacando de sus
adentros todo lo que larga.
Es su saludo de bienvenida, cosas del monstruo, expelerte encima una bocanada de
aire caliente impregnado de un desagradable sahumerio que sale por sorpresa,
inesperadamente, justo detrás del pequeño parterre que casi oculta la apertura
a la sinuosa calle, donde las puertas están colocadas de tal forma, que mas
parece que el técnico aquel día no asistió a la master class, sobre la optimización
de las entradas en los establecimientos públicos, o como pueda parecer, que por
imposible, la colocación fue cuestión del operario cristalero, aquí la tengo
aquí la pongo, y además puede comprobarse, y no solo el total desacierto de su
aleatoria colocación, pues estas no son las que cumplirían con la Ley de Accesibilidad. ¿Huele, o te da en la nariz?.
Huele a "eso" a lo largo de la sinuosa calle, es algo apestoso que en ocasiones aumenta su hedor cuando casi
semanalmente se mezcla con la succión de los registros, lo que hace parecer,
por simple deducción, que aquello no lo hicieron bien, por cuanto, de otro modo, resulta
inexplicable la necesidad de este servicio en la frecuencia que se producen los
atascos y lo que larga.
Pestosa actuación que, ni en el antiguo mercado, ni durante
la provisionalidad triplicando el número de comerciantes, se recuerda hacerle esta excepcionalmente,
cuando en tanta modernidad se ha convertido en algo habitual.
Con seguridad aquello, y otras tantas deficiencias, puede estar solucionado, aplicando además
de conocimientos técnicos, el libramiento correspondiente para llevarlo a cabo.
Lo cierto es que ninguna medida paliativa se toma para ir mejorando esta “aromática” recepción
que el bicho ofrece. Tampoco ninguna otra, para tanto que hay que mejorar.
Lo mismo es difícil llevar la salida del pestoso aire
caliente a otro lugar que no sea a la calle cubierta que tiene las entradas al laberíntico
diseño de plaza municipal de abastos.
De la colocación de las puertas que decir mas, acaso una
cortina de aire frío, o caliente, según la estación, (ya que evidentemente en metrópol,
lo del metro y el metro-centro fueron solo dos milongas del doctor),con seguridad evitarían
la dispersión odorífica en la que llamaron prolongación de la 5ª Avenida de
Nueva York. ¿Y las puertas de emergencias? ¡Ah!, las que deben de ser colocadas con
salida al exterior, por no volver a las que deben de cumplir con la Ley de Accesibilidad,
efectivamente, las automáticas. Pues que también van dejando rastro.
Además de fétido, la cosa raya a que se está poniendo fea, por
cuanto evidencia que las responsabilidades ni las padece, ni las huele.
A una
la espero desde antes de Navidad, y la apretada agenda le evita el lance nasal,
la otra, de la que aguardo llamada para una tarde tomar un cafelito en el
despacho oficial, y reiterarle una vez mas que cuando menos allí hace falta una
puerta automática, para la accesibilidad, por higiene ,y por seguridad, y de
paso que airee aquello un poco creando una corrientita de aire fresco, de la
calle, que se lleve lo antes posible el fétido que se llega en ocasiones, como preámbulo
de la tragedia a mascar, por lo denso que resulta.
Sevilla a 5 de junio de 2014
Francisco Rodríguez Estévez
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