miércoles, 18 de junio de 2014


Sin entrada y con salidas

 

De un tiempo a esta parte parece que me hubieran colocado en el mismísimo filo del vértigo de los gastos imprevistos, tal que fuera un mal de ojo del que tengo que salir.
La engañosa elíptica te aleja y te acerca al peligro que aquello supone. Acaso sea un ciclo adverso de los que estando en el borde caer es algo que puede ocurrir. Al menos la nave va, flotando.

Allí resisto, sin línea de vida, el vaivén caprichoso y brutal de los acontecimientos. Allí en el riesgo continuado de las repetidas vueltas sin final estoy obligado a permanecer. Allí donde cada vuelta no es por el momento la última para con suerte escapar del terrible ojo de un maelstróm titánico, y aun temiendo lo que sin rumbo pueda ocurrir mientras tanto, a menos que pueda salir de semejante lugar, del que no se atisba que le dispongan la puerta de salvación.

Las salidas tienen, en los tiempos difíciles, una velocidad superior a las entradas, lo cual hace que llegado un punto no se pueda preveer cuanto se puede resistir en el desequilibrio, mas cuando lo que se abre no es una puerta, si no una enorme grieta en la línea de flotación.

Ha sido este mes en el que Juno, siendo Regina madre de los dioses, la misma que en transformaciones caprichosas también se hace Lucina, la que permite la renovación cíclica de menguante y creciente, pero que este año por el momento esta fase de abundancia solo ha llegado para lo adverso, pues crecieron los problemas, y menguaron los ingresos. Salir es salir.
 
La espiral siendo de entrada, igual que de salida, podría ser lo que toda la vida se llamó una puerta, la misma que permitiera de entrada tener las suficientes para optar a una salida para conseguir, el deseo de lograr los recursos que genere una airosa, o cuando menos merecida,  que  lo mismo después de tantos años se hacia lógica.

Pero la situación no hace sino decrecer las posibilidades y acrecentar los obstáculos, de tal suerte que por un tiempo tendremos que continuar viviendo en el peligro permanente, pues, cuando no “somos todos”, aparecen otros de tal guisa que  impiden de una vez por todas poder dejar de dar vueltas cíclicas, no ya en el filo del maelstróm, si no donde la salida y la entrada, dependen evidentemente de una puerta.  

 Sevilla a 18 de Junio de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

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