Sin entrada y con salidas
De un tiempo a esta parte parece que me hubieran colocado en
el mismísimo filo del vértigo de los gastos imprevistos, tal que fuera un mal
de ojo del que tengo que salir.
La engañosa elíptica te aleja y te acerca al peligro que aquello supone. Acaso sea un ciclo adverso de los que estando en el borde caer es algo que puede ocurrir. Al menos la nave va, flotando.
La engañosa elíptica te aleja y te acerca al peligro que aquello supone. Acaso sea un ciclo adverso de los que estando en el borde caer es algo que puede ocurrir. Al menos la nave va, flotando.
Allí resisto, sin línea de vida, el vaivén caprichoso y
brutal de los acontecimientos. Allí en el riesgo continuado de las repetidas
vueltas sin final estoy obligado a permanecer. Allí donde cada vuelta no es por
el momento la última para con suerte escapar del terrible ojo de un maelstróm titánico,
y aun temiendo lo que sin rumbo pueda ocurrir mientras tanto, a menos que pueda
salir de semejante lugar, del que no se atisba que le dispongan la puerta de salvación.
Las salidas tienen, en los tiempos difíciles, una velocidad
superior a las entradas, lo cual hace que llegado un punto no se pueda preveer cuanto
se puede resistir en el desequilibrio, mas cuando lo que se abre no es una
puerta, si no una enorme grieta en la línea de flotación.
Ha sido este mes en el que Juno, siendo Regina madre de los
dioses, la misma que en transformaciones caprichosas también se hace Lucina, la
que permite la renovación cíclica de menguante y creciente, pero que este año por
el momento esta fase de abundancia solo ha llegado para lo adverso, pues
crecieron los problemas, y menguaron los ingresos. Salir es salir.
La espiral siendo de entrada, igual que de salida, podría
ser lo que toda la vida se llamó una puerta, la misma que permitiera de entrada
tener las suficientes para optar a una salida para conseguir, el deseo de lograr
los recursos que genere una airosa, o cuando menos merecida, que lo
mismo después de tantos años se hacia lógica.
Pero la situación no hace sino decrecer las posibilidades y acrecentar
los obstáculos, de tal suerte que por un tiempo tendremos que continuar viviendo
en el peligro permanente, pues, cuando no “somos todos”, aparecen otros de tal
guisa que impiden de una vez por todas poder
dejar de dar vueltas cíclicas, no ya en el filo del maelstróm, si no donde la
salida y la entrada, dependen evidentemente de una puerta.
Sevilla a 18 de Junio
de 2014
Francisco Rodríguez Estévez
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