domingo, 1 de septiembre de 2013


Los arbolitos

Fue en la mañana del 18 de Abril de 2002, un inesperado festivo de ideas cambiantes, cuando las talaron, y en el silencio del amanecer de farolillos, nadie dijo nada. Una valla de opacas chapas acabó por tapar algo mas que los alcorques, y que sirvieron para ocultar lo que se estaba haciendo, y permitir sin contratiempos lo que pudiera convenir, y, de paso, modificar, sin que se pudiera percibir,  unas alineaciones medievales, que mire por donde se mantuvieron en su tiempo de plaza municipal de abastos, aunque en parte esta fuera privada.

Cuatro años, y dos estaciones, que no son de metro, si no medio año mas, nos pasaron en nuestra efímera vida para ver con mayor gracia florecida, si cabe, que la rama del olmo, retoñar con fuerza las pseudoacacias, aferrándose con sus raíces sin suelo, a la placa armada de hormigón que realizaron en todo el perímetro del solar de la Encarnación, pensando hacer un gran aparcamiento, del que aun tenemos la muestra de su inútil rampa.

Buscando recuperar la cegada vida han tenido que modificar su original emplazamiento, pues el vaciado que alteró varios metros las alineaciones que guardaron durante siglos, les obliga para rebrotar a tener que hacerlo allí donde pueden, como higuera bravía, con lo cual desubicados como la Hispalis, como la propia Isbilya,  los jóvenes troncos se abren paso en la biosfera, con la sentencia de tener los días contados.

La fuerza de su enraizamiento, el vigor que demuestran tener, dicen inútilmente, que estos retoños proceden de unos árboles sanos, para nada enfermos, y que se talaron sin argumentos, cosa que no es nueva, para que se pudiera llevar a cabo esa obra por la que sin duda sus autores serán conocidos. Anónimos necios.

Los pequeños arbolitos no llevan pancartas, ni megáfonos al uso, pero cada una de sus verdes hojas, que con seguridad no llegaran a amarillear, para caer muertas sobre un acerado inexistente, son gritos reivindicativos de la eficacia de su follaje, todo lo contrario, por distinto al metálico y permanente de la agresiva propuesta, sobre todo por antinatural, pero, ¿de que sirve el grito y la pancarta?

¿Que importancia podía tener si las pseudoacacias eran centenarias?, acaso no lo era también la plaza de abastos que nos guardaba la Hispalis milenaria, pero algo mas de dos metros, alrededor de todo el perímetro del solar, algo mas de cuatrocientos metros cuadrados, era tan tentador, que hasta lo publico parece que se encuentra en otras manos, y no hubo manera de evitarlo, sobre todo por la rapidez con la que se llevo a cabo la operación.

Estas cosas hacen pensar, que cuando vengan a contar lo sensible que son con la piel de esta ciudad, lo pol(iticamente) del metro, y lo para(noicos) del Sol, aquellos que en sus luces solo quieren sombras, como que lo mejor, lo sensato, será evitarlos.

Antes que arda en el hogar mañana, te arranquen, y te arrojen a la cubeta, por una tontería, unas setas, premiaron a la idea más germana, es lo que tenemos, pseudoacacia, bien sabes lo que siento, al verte crecer en este tiempo, y que no pueda hacer nada.

Francisco Rodríguez Estevez

Sevilla a 9 de Octubre de 2006

 

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