domingo, 29 de septiembre de 2013

Los cuarenta

Si veinte años no es nada en la letra del tango, cuarenta son dos soplos, por que se pasaron volando. Tiene el tiempo luces y sombras y la vida ratos malos que por suerte se van olvidando con el paso de los años y cuarenta son demasiados, incluso para todo, mas aun para volver.  
Volver. Lo que se dice volver  ni tan siquiera fueron los cuarenta previstos por el berlinés, pues solo fueron treinta y ocho los que retornaron, y es que entre fugas previsibles, deserciones predecibles, aparecieron los abandonos de pura lógica, lo cual suma que ya fueran cinco los que decidieron, nada menos que en el primer año del retorno, que visto el volver a la nueva provisionalidad, lo mejor para sus intereses era no continuar, una vez que la eterna, y la de  fenólica palidez, son chapas de un mismo bidonville.

Cuarenta años se cumplen, “forentas” que diría Forges, donde tanto hubo, que  bien valdría para contar en un comic esta historieta de lo de la Encarnación de risa, y cuarenta volúmenes harían falta para escribir la gravedad de dramas, ausencias, diáspora, cubil de zorritos, y jaulas para una estabulación no permitida, ruinas y riquezas, escapadas y cierres, vida y muerte, en  un retorno anunciado. Cuarenta años.

“Volver con las nieves del tiempo plateando la sien”. Cierto que no fueron cien, pues bajo las chapas eternas en el espacio  del que fuera parador de la Encarnación, solo pudo acoger a noventa y tres, de esto ahora hace cuarenta años, para que en los receptáculos de espera, los placeros que formaron este reservorio resistieran, no los tres años según lo previsto, si no treinta y siete, palíndromo numerario del setenta y tres, que en este tercero hace, Encarnación desfigurada, que “ errante en las sombras te busque y te nombra”, quien  por falta de puerta no consigue entrar.

Los ocho lustros que se cumplen, ocho de la Encarnación, de ocho calles adyacentes, de ocho interiores, marcan el tiempo de la efeméride que nunca tuvo celebración acaso por que el silencio convenía a las partes, a uno para no recordar los orígenes, otros para olvidar la procedencia.

Volver, era como dice el tango “vivir en el dulce recuerdo” de algo inexistente, como un tango de palmas reclamando el inicio de la obra sentados en la platea. Volver era el cuento de palmeros sumisos aplaudiendo proyectos y proyectos de engaños, propios y extraños. Volver eran cuentas propias que hacían otros intereses. Volver, acaso solo fuera salir de un rincón donde ya los recuerdo dejaron de ser dulces y las ventas se hicieron amargas.
Tal día como es te primero de Octubre en el que se cumple los cuarenta años de la salida de los placeros de la Encarnación plaza de abastos ya de por si en esa fecha desertada por los placeros ávidos de modernidad, plaza mutilada con anterioridad, plaza condenada a desaparecer, plaza derribada llenando las escombreras, de donde se dice fue rescatada Ceres, abandonada en las urgencias.



En la provisionalidad el gentío era tal que no se cabía, la temperatura hizo estragos en muchas personas dentro de aquello que se hacia pequeño. Los vendedores realizaron ventas que les correspondía en parte a aquellos que nunca mas volverían a la Encarnación, y hasta es posible que algunos intuyeran, al poco tiempo que a incluso a ellos mismo les seria imposible volver.
De esto, efeméride de los cuarenta años, volver la vista atrás, supone comprobar que a pesar del tiempo transcurrido  en esta Encarnación, es preocupante no tener avances, y que se haya podido volver atrás con solo verla. Así cumpla otra provisionalidad.
Sevilla a 29 de septiembre de 2013
Francisco Rodriguez Estévez

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