Si veinte años no es nada en la letra del tango, cuarenta son
dos soplos, por que se pasaron volando. Tiene el tiempo luces y sombras y la
vida ratos malos que por suerte se van olvidando con el paso de los años y
cuarenta son demasiados, incluso para todo, mas aun para volver.
Volver. Lo que se dice volver ni tan siquiera fueron los cuarenta previstos
por el berlinés, pues solo fueron treinta y ocho los que retornaron, y es que entre
fugas previsibles, deserciones predecibles, aparecieron los abandonos de pura lógica,
lo cual suma que ya fueran cinco los que decidieron, nada menos que en el
primer año del retorno, que visto el volver a la nueva provisionalidad, lo
mejor para sus intereses era no continuar, una vez que la eterna, y la de fenólica palidez, son chapas de un mismo
bidonville.
Cuarenta años se cumplen, “forentas” que diría Forges, donde
tanto hubo, que bien valdría para contar
en un comic esta historieta de lo de la Encarnación de risa, y cuarenta volúmenes harían
falta para escribir la gravedad de dramas, ausencias, diáspora, cubil de zorritos, y jaulas para una estabulación no permitida,
ruinas y riquezas, escapadas y cierres, vida y muerte, en un
retorno anunciado. Cuarenta años.
“Volver con las nieves del tiempo plateando la sien”. Cierto
que no fueron cien, pues bajo las chapas eternas en el espacio del que fuera parador de la Encarnación , solo pudo
acoger a noventa y tres, de esto ahora hace cuarenta años, para que en los receptáculos
de espera, los placeros que formaron este reservorio resistieran, no los tres
años según lo previsto, si no treinta y siete, palíndromo numerario del setenta
y tres, que en este tercero hace, Encarnación desfigurada, que “ errante en las
sombras te busque y te nombra”, quien
por falta de puerta no consigue entrar.
Los ocho lustros que se cumplen, ocho de la Encarnación , de ocho
calles adyacentes, de ocho interiores, marcan el tiempo de la efeméride que
nunca tuvo celebración acaso por que el silencio convenía a las partes, a uno
para no recordar los orígenes, otros para olvidar la procedencia.
Volver, era como dice el tango “vivir en el dulce recuerdo” de
algo inexistente, como un tango de palmas reclamando el inicio de la obra sentados
en la platea. Volver era el cuento de palmeros sumisos aplaudiendo proyectos y
proyectos de engaños, propios y extraños. Volver eran cuentas propias que hacían
otros intereses. Volver, acaso solo fuera salir de un rincón donde ya los
recuerdo dejaron de ser dulces y las ventas se hicieron amargas.
Tal día como es te primero de Octubre en el que se cumple
los cuarenta años de la salida de los placeros de En la provisionalidad el gentío era tal que no se cabía, la temperatura hizo estragos en muchas personas dentro de aquello que se hacia pequeño. Los vendedores realizaron ventas que les correspondía en parte a aquellos que nunca mas volverían a
De esto, efeméride de los cuarenta años, volver la vista atrás, supone comprobar que a pesar del tiempo transcurrido en esta Encarnación, es preocupante no tener avances, y que se haya podido volver atrás con solo verla. Así cumpla otra provisionalidad.
Sevilla a 29 de septiembre de 2013
Francisco Rodriguez Estévez
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