miércoles, 4 de septiembre de 2013


El ahorro energético

 

En el punto opuesto de la calle sin puerta se encontraba. Me disponía a abandonar la plaza cerrada e iba buscando la salida del laberinto, cuando escuche al “gato montes” que se encontraba detrás de la columna final de la travesía. No podría decir que me asustara pues evidentemente no era el rugido de “Garfio” en llamadas de amor, pues lo mas seguro es que el salvaje animal haya acabado bajo las ruedas de un camión.

En los tendidos del diez, dos toros, el primero y el ultimo tienen el Sol garantizado, y el gato montes es presagio de abrir la puerta de la plaza, en esta que llenaron de sombras permanentes, cuando se escucha, es por las conexión llevada a cabo para el ahorro energético, que no tiene nada que ver con las fotovoltaicas, y mucho menos que aquello, en el silencio de la recogida pueda abrir ninguna puerta, salvo la de los servicios, Salida de emergencia. ¿Gato?, siempre gato.

Los coloraos son los nuestro, pero la observación del consumo furtivo, ni de bromas parece entenderlo siendo a los ojos tan iguales, tan diferentes,  y como quien pisa el albero, llega a los medios para santiguarse. ¡Dios, mío!
 Algo que no se entendería, a no ser que sea un enigma tal como planteaba el doctor para no tener que explicar el misterio en lo de la Encarnación de mis carnes.

El gato montes sigue consumiendo energía con las correrías que no son tonterías, si no ahorro energético. Mientras, en  lo mas bajo se guardan los medios autorizados para los desplazamientos y sotto vocce, para no ser notado por la larga licenciada, que no es larga cambiada, advierte que tanto saber es para caminar, única manera de bajar el colesterol de forma natural y que igual que se  viene se va, aunque la puerta de salida no está dispuesta en lado contrario de donde se podía escuchar al gato montes, pero  que le vamos a hacer si es algo que no lo entendería, pues siendo la puerta algo tan serio mas parece gato, y la broma, aunque signifique comida, la verdad no era en absoluto motivo para persignarse. A decir verdad dentro del laberinto uno siempre intuye que le pueda salir un toro.

Por esta vez esquivamos los derrotes de sangre, evitando los hules, y una vez mas abandonamos la plaza, por nuestros propios medios. ¡Taxi!

Sevilla a 4 de Septiembre de 2013

 Francisco Rodríguez Estévez

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