jueves, 5 de septiembre de 2013


Tiempo sin tiempo

 

Durante el tiempo de los miedos se hizo el silencio y se llevo a cabo su destrucción. Aquello, por extraño que parezca hoy, fue un hecho consentido y dado al aplauso de la euforia de las  propias victimas inmoladas, lo cual supuso el grave error de dispersar las unidades, pues así se iniciaba  una estrategia de segmentación del personal que se fundamentaba en la falta de espacio, dado que el que se generaba en la recuperación del que se desocupaba, tenia destino ajeno a los propios intereses de los auto damnificados, pues el aprovechamiento de este territorio en nueva construcción se utilizaría para la financiación de una moderna plaza de abastos, pero que la propuesta, por engañosa, evidenciaba que cuando no hubiera miedo en el tiempo y se pasara el de los sustos, se iniciaría el de la desintegración. Tiempo al tiempo.

 Este vaticinio formulado hace cuarenta años por un viejo carnicero en la puerta Neptuno, en el mismo momento que se quedó cerrada definitivamente la cancela, una vez acabado de dar el ultimo viaje trasladando a la eterna provisionalidad los enseres que quedaban,  y abandonando otros tantos para siempre, pues como que da miedo volver atrás en el tiempo para recordarlo, mas cuando la continuación era tan estremecedora como que no sabían muy bien aquellos placeros que regresaran en que tiempo volverían.

Lo peor era el pronostico de cuantos, pues al afirmar que nadie volvería ya era lo bastante inquietante, en cuyo caso restaba importancia el cuando, así se tardara mas de treinta y siete años. Tiempo de condena.

En el tiempo de la euforia, todos contra el fuego, el solar paso de ser territorio en posesión, a espacio publico desposeído, y el proyecto, de cuando las flechas bordadas en el corazón era inexistente, tal como el  de en donde y cuando, que de tanto tenerle apretado en un puño que casi parece una flor, es igual pero no es lo mismo, pues entre inventos y tonterías se pasaron los tiempos en algún cajón esperando otro tiempo para mejor suerte.

El tiempo Bambi, coincide con el del mimo, y por mucho que la facturas fueran falsa, y los chozos otra historia, otro cuento, el misterio de   la provisionalidad daba paso al tiempo de capricho. Ni que decir tiene que los damnificados, aunque dicen que se le pasaron los miedos, solo aplauden por si acaso. Tiempo de proyectos. Tiempo de concursos.

El descabellado hace que la imaginación se crea sus propias mentiras, ciudad de la personas, construcción de un sueño, y como plaga siete años dura la aventura micologica, justo cuando se le acababa el tiempo rosa, tiempo de pegamentos, y se había terminado con todo el dinero que adelantaron los constructores para, según se dice, crear infraestructuras para nuevas construcciones. Total ciento ocho millones, cuatro para equipamientos para los pobrecitos placeros. Más madera,

Llega el tiempo nuevo con poder suficiente, y las arcas vacías. Lo cual me hace ver que el  tiempo del doctor los pobrecitos placeros luciendo la flor en el pecho le pedían equipamiento y en segundos firmaba el cheque.

Que los mostradores estaban mal realizados, el de la empresa subsidiaria, llamada global, ordenaba que rectificaran a gusto de aquellos que manifestaban que no iban a subir el tomate. Que la concesionaria imponía una cuantía en conceptos indefinidos, los placeros retorciendo su colmillo muestran el puño cerrado indicando la virtud de no dar, y es el mismísimo doctor que con las horas contadas para la inauguración polietapica, ordena la subvención. Plaza de la mayor indignación, inauguración pasada la Esperanza.

Trato de entender que si tantas dificultades fueron fácilmente solucionadas por el doctor Sánchez y sus colaboradores necesarios, como una vez comprobado el error en lo de las puertas, y el incumplimiento de la Ley, como este equipo de gobierno municipal, no lleva a cabo la rectificación- Aunque debo de incidir que como no valen ya ni flechas, ni puños, ni pájaros, y menos, herramientas, sepan pues que en el pecho de mi jersey blanco lo que tengo bordada es una vaca lamiendo el hocico a su ternero, y digo yo que a lo mejor es por eso. Pero lo otro seria volver a otro tiempo.

Sevilla a 5 de Septiembre de 2013

Francisco Rodriguez Estevez

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