jueves, 19 de septiembre de 2013


Gorrilla

 

El caso es que no es que esté ni en contra , ni en favor de estos que logran sacarse el sueldecito gracias a mover la mano, advirtiendo que existe un hueco, un escaso sitio que ya habías visto donde aparcar el coche.  Es verdad que en ocasiones aparecen inesperadamente en plena maniobra realizando indicaciones y aspavientos para tener que decirle adiós cuando menos a cincuenta céntimos,  ochenta y tres pesetas de antes.

Siempre te quedará el susto, de algún posible “arañazo”, si te niegas a participar de su merecido trabajo. No es mi caso, pues apenas cojo el coche en esta circulación imposible. Cierto que la distancia me lleva una caminata saludable para bajar el colesterol, cosas del Doctor Sánchez, que me hizo, con sus medidas en trafico tener que abandonar mi coche, mi viejo coche, y caminar impertérrito en las madrugadas por el laberinto de un solitario intramuros.

Allí, en el barrio permanece mi coche toda la semana aparcado en lugar cercano a mi casa, y a la vista, y no es por gusto pues he decidido no traerlo a esta Encarnación, donde no se puede aparcar en ningún sitio, lo cual puede salir caro y además no es saludable, mas cuando en esta Encarnación que el capricho nos ha dejado, y que también la dejó según las bases sin historia, sin sueño, y  sin  una ordenación racional del trafico,  sin sus aparcamientos en superficie, una zona de carga y descarga en la planta menos uno, y con un anillo perimetral de gran aparcamiento rotatorio. Todo un hito, (léase mojón)

Viene al caso que llevamos muchos día realizando ventas de pesadillas, y con menos beneficios de los que consigue el gorrilla de  mi calle, donde mi coche aparcado le resta ingresos,  donde basta estar agitando su brazo para llamar la atención de quien conduce lentamente buscando un sitio donde todos los espacios están ocupados.

Dicen las vecinas, especialmente las mayores, que estos jóvenes son muy buenas personas, por cuanto se muestran solicito a ayudar a quien se lo pide en pequeños menesteres. Posiblemente sean centro-africanos.

 En la puerta del súper, una mujer extranjera, diminuta, enjuta y de edad indefinida permanece  intemperiita en la puerta tanto en invierno como en verano, mostrando un vaso de plástico donde recoge las monedas, que luego lleva a la frutería para que se las cambie. Son jornales de un estilo de vida y que requiere su trabajo, y sobre todo tiempo para que el público les vea como ejemplos de adversidad en los tiempos.

Nadie diría que en ambos casos obtienen algo mas de beneficios de los que muchos días no se logran en pequeños negocios que soportan los gastos propios, motivados por la ausencia de publico, posiblemente por aquello de que no pase ni un alma por delante, al menos para poderles hacer las indicaciones con el brazo para que entren, como el gorrilla, ni  para mostrarles un vaso sin monedas.

En la desértica calle de la puerta inexistente, desde donde se muestra un panorama sin salida, no tiene gorrilla, ni estoica mujer de edad indefinida. En la calle exterior estacionar un instante puede salir pero que muy caro, y en los bancos de piedra, en la fuente bulto y en la baranda del agujero la demencia juega en sus miserias, mientras la escalera de poniente permanece acotada inmisericorde, siendo publica, y la puerta, esa  que según la responsabilidad acertó a decir “tenemos que verlo” sigue permaneciendo inexistente para que sigamos teniendo ingresos de gorrillas, y gastos de empresa . Lo mismo hemos tocado fondo en esta "construcción de sueños" Pura hipnosis.
 Hoy he podido contactar con una persona con responsabilidad en el asunto y me confirma que seguimos sin noticias. ¡Será posible! Después de tanto tiempo no hay manera de despertar.

Sevilla a 19de Septiembre  de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

 

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