Gorrilla
El caso es que no es que esté ni en contra , ni en favor de
estos que logran sacarse el sueldecito gracias a mover la mano, advirtiendo que
existe un hueco, un escaso sitio que ya habías visto donde aparcar el coche. Es verdad que en
ocasiones aparecen inesperadamente en plena maniobra realizando indicaciones y aspavientos para
tener que decirle adiós cuando menos a cincuenta céntimos, ochenta y tres pesetas de antes.
Siempre te quedará el susto, de algún posible “arañazo”, si
te niegas a participar de su merecido trabajo. No es mi caso, pues apenas cojo
el coche en esta circulación imposible. Cierto que la distancia me lleva una
caminata saludable para bajar el colesterol, cosas del Doctor Sánchez, que me
hizo, con sus medidas en trafico tener que abandonar mi coche, mi viejo coche,
y caminar impertérrito en las madrugadas por el laberinto de un solitario
intramuros.
Allí, en el barrio permanece mi coche toda la semana
aparcado en lugar cercano a mi casa, y a la vista, y no es por gusto pues he
decidido no traerlo a esta Encarnación, donde no se puede aparcar en ningún
sitio, lo cual puede salir caro y además no es saludable, mas cuando en esta Encarnación que el
capricho nos ha dejado, y que también la dejó según las bases sin historia, sin sueño, y sin una ordenación racional del trafico, sin sus
aparcamientos en superficie, una zona de carga y descarga en la planta menos
uno, y con un anillo perimetral de gran aparcamiento rotatorio. Todo un hito, (léase
mojón)
Viene al caso que llevamos muchos día realizando ventas de pesadillas, y con
menos beneficios de los que consigue el gorrilla de mi calle, donde mi coche aparcado le resta
ingresos, donde basta estar agitando su brazo para llamar la atención de quien
conduce lentamente buscando un sitio donde todos los espacios están ocupados.
Dicen las vecinas, especialmente las mayores, que estos
jóvenes son muy buenas personas, por cuanto se muestran solicito a ayudar a
quien se lo pide en pequeños menesteres. Posiblemente sean centro-africanos.
En la puerta del súper,
una mujer extranjera, diminuta, enjuta y de edad indefinida permanece intemperiita
en la puerta tanto en invierno como en verano, mostrando un vaso de plástico
donde recoge las monedas, que luego lleva a la frutería para que se las cambie.
Son jornales de un estilo de vida y que requiere su trabajo, y sobre todo
tiempo para que el público les vea como ejemplos de adversidad en los tiempos.
Nadie diría que en ambos casos obtienen algo mas de beneficios de los que
muchos días no se logran en pequeños negocios que soportan los gastos propios, motivados por la ausencia de publico, posiblemente por aquello de que no pase ni un alma por delante, al menos para poderles hacer las
indicaciones con el brazo para que entren, como el gorrilla, ni para mostrarles un vaso sin monedas.
En la desértica calle de la puerta inexistente, desde donde
se muestra un panorama sin salida, no tiene gorrilla, ni estoica mujer de edad
indefinida. En la calle exterior estacionar un instante puede salir pero que muy caro, y
en los bancos de piedra, en la fuente bulto y en la baranda del agujero la demencia juega
en sus miserias, mientras la escalera de poniente permanece acotada
inmisericorde, siendo publica, y la puerta, esa que según la responsabilidad acertó a decir
“tenemos que verlo” sigue permaneciendo inexistente para que sigamos teniendo
ingresos de gorrillas, y gastos de empresa . Lo mismo hemos tocado fondo en esta "construcción de sueños" Pura hipnosis.
Hoy
he podido contactar con una persona con responsabilidad en el asunto y me confirma
que seguimos sin noticias. ¡Será posible! Después de tanto tiempo no hay manera de despertar.
Sevilla a 19de Septiembre de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
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