sábado, 14 de septiembre de 2013


Que voy a llamar

 Encarnación del costal. De  "meteores" a los Cielos formando cuadrillas cansadas, de espaldas rotas que se sueldan al igualar con negras fajas. El cuerpo aguanta, el jornal pa casa. 

Uno siempre piensa que  la gente debería estar preparada, dispuesta en todo momento a dar el paso, pero por   lo que son las distracciones, que, entre el que no se entera y el que no escucha, la fuerzas se dispersan y a sí no hay manera de andar medianamente.
 Tiene la Encarnación ese misterio de paso,  en el que puede pasar lo que sea e incluso que no pase nada, por cuanto poco puede importar, pero que muy poco, que llamen, o dejen de llamar,  si las fuerzas sin conexión, no tiene la más minima sincronización para dar el salto.

El paso, que por cierto no es de la oca, ni de cebra, aunque al animal se le ocurrió  la tontería del paso que queda cegado en la calle desértica de la puerta inexistente, donde a falta de la ojival que encierre las dificultades de la entrada y la salida, por este paso no hay quien pase.

Predomina la fidelidad mayoritaria de los placeros en esta nueva andadura, que antes tuvieran la Esperanza, que acaso, una vez pérdida esta,  recurran a la portentosa imagen de Cristo por desenclavar que porta su Cruz paso a paso, en un paso que anda sin andar pero que no se detiene en los descansos. ¡Anastasio! Que voy a llamar.

En esta Encarnación debilitada, en la que derrama salud la negritud del bronce, los placeros de agrupan al finalizar la chicotada diaria, paso de misterio, para la reflexión del trabajo y aliviar las carnes del esfuerzo con ese perentorio descanso. ¡No corré!

A mis años no esta la cosa para trabajos, como estos en los que el cuello se cobra su parte del lúdico emocional, diría devocional ardor, donde los beneficios se supone deben de lograrse a largo plazo. Evidentemente tampoco están los tiempos para formar una cuadrilla fidelizada que, en la ceguera de los respiraderos, se dejen guiar a la voz segura de quien, como un capataz que se dejo los lomos, finaliza el camino, pero que por muy conocedor del trazado y los tiempos, en estos que corren ya no se tiene el predicamento de madrugadas de aguardiente, por mas que todo sea noche de desprecio en la amargura, y en el silencio de la fraternal sangre. Por algo la Encarnación es esclavitud.
Hermanos en la Encarnación de las tres encarnaciones, de las tres generaciones, que con el itinerario  finalizado, una vez mas, hacen recuento, y  lo que se encarta es escuchar el martillo para arriar la dorada madera.
En la Encarnación de madera todo hace pensar, que después de la provisionalidad en la que tanto se ha pasado, y no pasó nada, que siendo nuevo paso, lo que sugiere, es que llegado el momento de la redención, del abandono voluntario del conformismo del mas falso de los besos, y acabar en la madera, tal como empezó todo y era el fin previsto, por lo que no queda otra que, por el momento, saber que ahí quedó.

Sevilla a 14 de Septiembre de 2013-

Francisco Rodríguez Estévez

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