viernes, 28 de junio de 2013


Siempre tarde

Si bien tiene las patas cortas, la mentira, cuando se agazapa y se esconde, su captura resulta dificultosa e incluso infructuosa.

Cuando la mentira se instala en el espacio que debe de ocupar la verdad, retirando a esta de su lugar, resulta tremendamente difícil discernir, en el sombreado, la una de la otra, pues la verdad parecerá increíble.

Hace falta tener algo más que imaginación para comparar eso con las bóvedas de la Catedral. Lo malo es cuando se cree que, con cualquier cosa que traiga la foránea inspiración, pueda ser vendida como obra de vanguardia, y que con esta dudosa premisa y fieles aplausos  pretenda embaucarnos, en nuestra ingenuidad, una responsabilidad ávida de cosas nuevas, aunque sean inútiles. Phalos o setas.

De realizarse la enorme cubierta, esta  no pasará de ser una obra icónica que de lograr su objetivo será con el único fin de que se recuerde el paso de sus defensores próceres, al tiempo de rellenar al “artista” un currículo de quien aún no alcanzó los meritos, que tal vez con el tiempo ni pueda conseguir, como para perpetuar un incipiente prestigio, (aun por lograr), como autor de una estructura que cubrirá de sombras a esta ciudad, que por cierto, y esto no escapa a nadie, de siempre fue famosa, además de por sus increíbles cielos de celestes purísimos, por el brillo de una luz que le dio su color especial.

No encuentro el modo de sacar del error a quien la mentira dejo sin su espacio al razonamiento, ni tan siquiera utilizando los argumentos de su costo y las consecuencias, pero pregúntese a que viene agredir el centro histórico con semejante “cosa” teniendo esta ciudad otros espacios con una idoneidad más acorde.

Claro que el autor no tiene la culpa. Pero así sucedió en el concurso de ideas, donde podía, como no, aparecer cualquier cosa, mas inexplicablemente, ¿cómo el jurado premia, para este enclave, algo de este tipo?, y por que la responsabilidad, si no era vinculante, la permite.

Por mil veces me digo, aun sabiendo la respuesta, si la Gerencia de Urbanismo, con su  voto de calidad,  aceptaría esta modernidad rompedora que defiende hasta las ultimas consecuencias, si la propuesta de epatante cubierta hubiera sido propuesta desde otro signo político.

Acertó. Lo que viene a decir que lo del icono de setas de la Encarnación, que excluye los aparcamientos y la estación de metro, dejando al mercado en algo ridículo, y que tiene un costo económico de aupa, no deja de ser un asunto político, de intereses, desconocidos hasta ahora, pero que acabará todo por conocerse, como solo esta ciudad, desgraciadamente sabe muy bien, siempre tarde...

Francisco Rodríguez Estévez

-Sevilla, 7 de Marzo de 2006

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