En cascada
Desde el ventanal panorámico en el que puedo observar el
silencio existente en el exterior, y escuchar el viento en la desértica calle
interior (aparte de un que otro mugido de abuelo por aquello de la “vaquita”)
se me hace inevitable los comentarios que surgen acerca de los familiares de los responsables, en este caso
irresponsables, no los comentarios, mas aquellos que no tuvieron la responsabilidad,
pues aun en nuestros días es desconocida la autoria del caprichoso diseño de la
plaza municipal de abastos de la
Encarnación , por lo que los furibundos ataques que el mosqueo
produce a los usuarios, buscando la puerta inexistente, encuentran generalmente
en los actuales responsables de lo publico, el blanco del desahogo.
Habrase visto, cosa más absurda, con lo que cobran. Sirva
como ejemplo descafeinado que va desde lo que llaman robo, trincar, mangar, y
lo que se habrán llevado, hasta la tontería, inutilidad, mamarracho, donde coño
está la puerta, pasando por todo el parentesco, en ocasiones, del anónimo ocurrente.
Había pasado el Ángelus, y aun no había caído nadie en la
trampa de la barreduela de cristal. La verdad es que la fría mañana de este
extraño Junio, había ahuyentado al personal. Por la solitaria calle interior,
taponada por la columna y el hipnotismo de las luces, no se emitía ningún
comunicado.
Pero pareció que todo iba a cambiar en cuanto se levanto una
ventolera que atrajo como las polillas a la luz, a cuantos pasaban hacia la
broma berlinesa, uno, dos, tres, así en cascada fueron entrando en ese desacertado
lugar que uno no acierta a entender como fue tan aplaudido por los ignorantes,
y como no fue advertida su inutilidad por las instancias sabedoras.
El previsible chaparrón atraía a más gentes en la confusión
de entrar y salir de un lugar sin puerta, más cuando empezaron a caer las frías
gotas de agua. Muchas personas, desprovista de paraguas, ante la sorpresiva
lluvia, y sin poder acceder, esperaron que escampara protegidas bajo el vuelo
de la cornisa de aluminio en la curva donde la ternera de poliéster.
Acercando sus manos a los cristales apoyando sus caras, se podía
ver los enfadados rostros de aquellos que podían haber pasado al laberinto,
pero que sin puerta, una vez que cesó la lluvia, encaminaron sus pasos hacia
otro lugar.
Sevilla a 18 de Junio de 2013- http://www.youtube.com/watch?v=6nhp2qPavR4
Francisco Rodriguez Estevez
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