Siempre Paris
Tan solo tengo un recorte de
periódico, con la reseña y foto, del clamoroso acto. Por la información al
menos se puede saber que tuvo lugar, no así de todo lo acontecido que para eso tendría
que haber asistido, cosa improbable, pues ni tenia remota idea de cuando, ni
donde tendría lugar, pero imagino los melifluos discursos y carantoñas florales
que se debieron oír, cuando la noticia entresaca como relevante “ lo que el
candidato tiene entre manos”, palabra de “Bambi”, para referirse, como gran
proyecto, y no gran gasto, nada menos que a lo de las “setas” de la Encarnación , y en un
éxtasis visionario compara el rechazo minoritario de estas, con la
multitudinaria respuesta negativa que tuvieron en 1897 en la capital francesa,
cuando levantaban una torre de hierro.
Ha debido de habérsele pasado por
alto, mirar un mapa de aquella época, y comprobar lo lejos que esta se
encontraba del centro. Pero no debería estar el panigerista para hacer
historia, y en la chuleta de pasodoble Marcial eres el más grande, no cabían
humedales, lugar donde dice mi enciclopedia que, desecados, se erigió aquel
mirador para que sirviera, una vez urbanizada la zona, al crecimiento vía VPO
de la periferia deprimida de la otra orilla del Sena.
La protesta intelectual vino por el
despilfarro que suponía ese elemento, una antena de radio, que con el tiempo se
convertiría en un símbolo, para mayor gloria de su constructor,
desgraciadamente para sus mentores, y peor, cuando a la malaya se le vino al
traste el invento y se esfumó el pelotazo cuando en lugar de viviendas el
terreno fue destinado a zona verde.
De poder compararse aquel Paris,
con esta ciudad de nuestros días, las setas deberían de germinar a algo más de
tres kilómetros del casco histórico, y dado que como a nadie se le ocurrió
poner la torre en todo el cogollo parisino, la cosa no tiene comparación.
Claro que en aquel humedad, no
encontraron resto de un pasado para destruir, ni en el fango se expropiaron a
vendedores con derecho a recuperar un modo de vida, (en algunos casos desde el
tiempo de los franceses), en un mercado emblemático recuperado para la ciudad.
Son detalles que suelen obviarse en
los discursos florales, normalmente construidos para enfervorizados seguidores
de la flor, cuando se omiten datos contrastados, o acaso piensan que en aquel
gran Paris de hace una centuria se hubiera permitido que plantaran en la plaza
de la Opera
semejantes champiñones, aunque fueran de Paris, (que así se llaman desde
entonces al gurumelo cultivado).
Pero Paris es tan grande, que
siempre nos quedará, o acaso no vale una misa. Aunque de un tiempo a esta parte
allí, los inventos modernos, y las ocurrencias, de la que están hartos los
parisinos, ahora se las llevan a Futuroscope. Y aquí sin enterarse.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 20 de Marzo de 2007
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