domingo, 16 de junio de 2013


Siempre Paris

Tan solo tengo un recorte de periódico, con la reseña y foto, del clamoroso acto. Por la información al menos se puede saber que tuvo lugar, no así de todo lo acontecido que para eso tendría que haber asistido, cosa improbable, pues ni tenia remota idea de cuando, ni donde tendría lugar, pero imagino los melifluos discursos y carantoñas florales que se debieron oír, cuando la noticia entresaca como relevante “ lo que el candidato tiene entre manos”, palabra de “Bambi”, para referirse, como gran proyecto, y no gran gasto, nada menos que a lo de las “setas” de la Encarnación, y en un éxtasis visionario compara el rechazo minoritario de estas, con la multitudinaria respuesta negativa que tuvieron en 1897 en la capital francesa, cuando levantaban una torre de hierro.

Ha debido de habérsele pasado por alto, mirar un mapa de aquella época, y comprobar lo lejos que esta se encontraba del centro. Pero no debería estar el panigerista para hacer historia, y en la chuleta de pasodoble Marcial eres el más grande, no cabían humedales, lugar donde dice mi enciclopedia que, desecados, se erigió aquel mirador para que sirviera, una vez urbanizada la zona, al crecimiento vía VPO de la periferia deprimida de la otra orilla del Sena.

La protesta intelectual vino por el despilfarro que suponía ese elemento, una antena de radio, que con el tiempo se convertiría en un símbolo, para mayor gloria de su constructor, desgraciadamente para sus mentores, y peor, cuando a la malaya se le vino al traste el invento y se esfumó el pelotazo cuando en lugar de viviendas el terreno fue destinado a zona verde.

De poder compararse aquel Paris, con esta ciudad de nuestros días, las setas deberían de germinar a algo más de tres kilómetros del casco histórico, y dado que como a nadie se le ocurrió poner la torre en todo el cogollo parisino, la cosa no tiene comparación.

Claro que en aquel humedad, no encontraron resto de un pasado para destruir, ni en el fango se expropiaron a vendedores con derecho a recuperar un modo de vida, (en algunos casos desde el tiempo de los franceses), en un mercado emblemático recuperado para la ciudad.

Son detalles que suelen obviarse en los discursos florales, normalmente construidos para enfervorizados seguidores de la flor, cuando se omiten datos contrastados, o acaso piensan que en aquel gran Paris de hace una centuria se hubiera permitido que plantaran en la plaza de la Opera semejantes champiñones, aunque fueran de Paris, (que así se llaman desde entonces al gurumelo cultivado).

Pero Paris es tan grande, que siempre nos quedará, o acaso no vale una misa. Aunque de un tiempo a esta parte allí, los inventos modernos, y las ocurrencias, de la que están hartos los parisinos, ahora se las llevan a Futuroscope. Y aquí sin enterarse.

Francisco Rodríguez Estévez

Sevilla a 20 de Marzo de 2007

 

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