El pequeño tiene su gracia, se llama Nilo, al menos eso me pareció
que le llamaron sus abuelos cuando llegaron hasta este desolador lugar para que
el pequeño viera la figura de una ternera, en tamaño natural, que, aunque estando
proscrita por las autoridades competente, que es un decir, me niego en rotundo
a retirarla, mas por desobediencia cívica a semejante autoridad, y con el temor
de que pudiera ser sancionado, mas no lo creo.
Es de un mínimo de sentido común que permanezca ese reclamo
en la desértica calle del laberintico mercado de la Encarnación, para que al menos sirva de orientación a las personas (te
espero en donde la vaquita), que lo mismo tambien los abuelos se ven forzados, a requerimiento
de esos pequeños, a llegar hasta ese recóndito lugar y disfrutar montándole en
los lomos, e incluso a tener que mugir, algunos de forma lastimosa.
Nilo tiene dieciocho meses, y acarició sin ningun temor la
cabeza de la figura de una manera delicada, casi con un cariño que parecía que
fuera realizado a un animal de verdad. A pesar de su tamaño, alcanza a tocarle
la boca, y empinándose, detalla donde están los ojos y también descubrió la
cola.
Pero algo le llamó poderosamente la atención, cuando le dije
que si la quería que se la llevara a su casa. Miró a sus abuelos acaso dudando
de lo que le había dicho, tal vez pensando ¿Habéis escuchado lo que a dicho
este?
Le reitero mi oferta, y le confirmo severamente ¡Te la
regalo! ¡Llevatela!
De inmediato se fue a buscar el cuello de la figura en vano
intento de que sus fuerzas pudieran llevar a cabo semejante gesta, pero llamándome
con sus manitas me indica, “nostá”. Sabéis lo que estaba diciendo Nilo, de
menos de dos años, que no está la puerta, que no hay puerta en ese lugar para poder llevarse la figura de una ternera
de poliéster de tamaño natural hasta, imagino, que a casa de sus abuelos.
Me pide la mano y buscamos en cada uno de los cristales de
aquel fanal de la desierta calle y efectivamente me reitera que “nostá”, que no
hay ninguna puerta, y que por lo tanto no se la puede llevar. La abuela le
conforma, “otro día”. El pequeño Nilo se ha dado cuenta de que no existe
ninguna puerta por donde pueda salir del laberinto llevándose la figura de poliéster,
imagino que ha sido el sentido común de la inocencia lo que ha llevado a darse
cuenta de lo que los responsables en este laberinto aun no alcanzaron
discurrir. Otro día.
Sevilla a 1 de Junio de 2013
Al menos se ha abierto la puerta de la Esperanza
Al menos se ha abierto la puerta de la Esperanza
Francisco Rodríguez Estévez
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