sábado, 20 de agosto de 2011

De papel

El gran cerdo

No piensen que me quiera referir a aquel que ni tan siquiera se tiene certeza de pudiera ser el mas grande. Este al que me refiero solo lo pude ver en una foto, y crean que era bien grande, acaso el más grande de los suidos.
Lo mismo hubiera ganado el record Guinness, de haberlo sabido, pero en aquella fecha la gente de la sierra, y quienes dice de la ciudad y de la costa estaban para otros asuntos. Por suerte en aquel día de su sacrificio alguien pudo llevar una cámara de fotos y con seguridad haría varias, que digo un carrete entero. Deben de estar por ahí rodando, pues seria una lastima saber que se perdieron todas.
La propietaria de la foto, era nacida en Aracena. Fue mujer de posibles, y por lo que yo sé, contrajo matrimonio con un empresario de crianza de ganado porcino. Ni que decir tiene que al enviudar, el cambio económico la llevó hasta Sevilla, y tuvo que desprenderse de las tierras de alquiler de la explotación ganadera, para realizar primores de costura, pues tenia cuatro pequeños que sacar adelante, y cierto es que sus trabajos de gran calidad eran muy bien pagados.
La foto mostraba a un enorme animal en el reverso podía leerse si mal no recuerdo el peso en arrobas, y el nombre del ejemplar, que como no podía ser de otro modo incluso atendía a su porquero por Napoleón. Ni que decir tiene que la ocurrencia de llamar al cerdo Napoleón, es muy anterior a la que tuvo Orwell.
Por lo que me pudo contar de viva voz el sacrificado animal, padre de mil camadas obtuvo el premio de ser recordado durante muchos años, cuando, una vez salados y curados lo jamones estuvieron durante muchos años en el escaparate del mas afamado establecimiento del sector, donde no solo se podía mirar si no admirar la belleza de aquellas piezas ennegrecidas de borra de aceite, y que por el prestigio de la firma nunca se atreverían a vender, pues era sabida la baja calidad que las carnes del verraco entero (no castrado) y con tantos años dedicados a los asuntos propios, que aquello quedó convertido en dos joyas de la publicidad, en un tiempo que comer era un lujo.
Ahora recordando los jamones de Napoleón, que por cierto me los regalaron cuando apenas eran momias huecas y acabaron expuesto en los ganchos de mis puestos del antiguo mercado de la Encarnación hasta que se desmoronaron para convertirse en un montoncito de materia enranciada con pezuña, pues se me vino a la idea de realizar una enorme paletilla de papel.
Ni que decir tiene que supera los jamones de Napoleón que tantos recuerdan entre las alubias, y garbanzos, con los platos llenos de piñas de chorizos tipo” Madrid” tan peculiares, salchichones de Vich, y morcones de Los Romeros, y vejigas llenas de manteca, y miel de la Alcarria en grandes ampollas de precioso tapón.
Esta pieza realizada en papel está sola,nada la acompaña,cuelga en el rastrel de una tomiza con los colores carmesí y blanco, identificativos de una gran marca de jamones que gana premios por su calidad.
Si hubiera sido de un cerdo esta pieza, Napoleón hubiera perdido el record, el calculo a ojo de buen jamonero se estimaria entre 17 y 20 kilos, pero al ser de papel no alcanza los cinco teniendo incluido el hueso que hace de esqueleto interior (nunca mejor dicho )y es que pesa mas de dos kilos.
El caso es que ha quedado tan bien que a cinco metros parece de verdad, y por suerte ha sido un reclamo excelente para los turistas que aparecen, intentando encontrar la puerta inexistente, al menos para hacerle unas fotos, y tengo que decir que no les importa que sea de papel. Quien quita que con el tiempo esta sea recordada,y que incluso se cree una leyenda, por lo que convendria ir poniendole nombre al gran cerdo de ficcion, y lo mismo le venia bien el de Alf,como el bicho de la tele,ese que era tan enormemente feo que hasta daba miedo.
Sevilla a 20 de Agosto de 2011
Francisco Rodríguez

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