domingo, 30 de diciembre de 2007

Un caro columnista

La definición



Aunque pueda parecer cosa rara donde las haya, por estas cosas que leen, tuvieron a bien concederme un premio. Dijeron que era el reconocimiento de aquellos que valoraron el esfuerzo realizado para mantener la vigilia de una Encarnación a la que dejaron dormir, y la vigilancia continuada, cuando llegado el tiempo del sueño, la despertaron con el espanto.

Un inútil merito cuando, por increíble que pueda parecer, las setas están siendo plantadas en terreno abonado por la historia, pero no para recordarnos un periodo rosa, como a Picasso, pues las amargas setas crecerán para que no olvidemos el terrible “síndrome de Boabdil” que tanto gusta sufrir como penitencia.

Genuino padecer es en la callada mariana el llamado lamento de barra, de no ser así, escucharía las indicaciones para evitar el dolor de los recuerdos que se pierden en los olvidos. Pero entonces de que se hablaría.

Vino a verme un famoso columnista, reconocido escritor, galardonado mil veces, para decirme que malgastaba tiempo y talento, que en las setas no cabía mas literatura, sino algo mas contundente. Siempre de prisa, tuvo a bien dedicarme unos minutos para contarme un hecho real, por si me servia de algo, que en su talento hubiera quedado sembrado.

El caso es que sacando del bolsillo un trozo de papel con innumerables anotaciones, acabó mostrándome lo que a su juicio era la frase, de todas las que tenía recogidas, que mejor definía a esa plantación de setas que le están poniendo a la Encarnación.

Me dice que se la escuchó a un hombre mayor, bien pertrechado, y que tenia un andar dificultoso, justo fue a cruzarse con el a la altura de lo que fuera la tienda de “Los Lobitos”, que se la tragó el enorme socavón, como a tantas otras, siendo por el momento la ultima “La Central”, la que cierra la larga lista. Pues la frase que aquel hombre exclamo espontáneamente, que así me lo contó y así lo escribo fue “¡Que canallada!

Ni que decir que me reservo tener que poner en vuestro conocimiento todo lo que personalmente he escuchado a cuantos al pasar por allí definía esa cosa, que ni los candidatos se atreven a poner el freno. Lo cual me recuerda a las afirmaciones del tiempo de los sótanos, cuando aquel urbanismo que ahora llaman oscuro, decía refiriéndose a la Encarnación, “esto no hay quien lo pare”. Pero se cambiaron los socios y se dio el pacto, Alameda, ¡Ay Alameda!, y Encarnación, y con el llegó el escándalo.

Francisco Rodríguez Estévez

1 de Mayo de 2007

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