jueves, 6 de diciembre de 2007

Encarnacion contra las cuerdas

La trinchera

En el nuevo lenguaje de los tiempos, así se le ha venido a llamar a esta posición dada por lo que acontece, por unos, mesas, por otros, plataformas, pero no dejan de ser como pretéritas trincheras de lucha vecinal, actualizadas a bombo y platillo, que surgen (aun sin tener claro que nadie vaya a hacerles el menor caso), y que tanto vienen a justificar.
Es difícil saber el número existente de estos grupetos llamados de gente comprometida, ciudadanos disconformes con las actuaciones en la gestión pública, pues cada día se tiene conocimiento de alguna, por necesaria, de nueva creación.
Si en los tiempos de silencio la lucha era cosa de Chausson y de Ochando, y cuando la cosa se puso caliente, de todos contra el fuego, ahora, que el tiempo lo permite, y con el permiso correspondiente, el que no aplaude, queda convertido en antagonista, y el corifeo adicto, en palmero oficial, por lo cual, hace difícil saber con certeza, a que sigla, señal, color, se le ha podido adjudicar a cuantos piensen que eso del pugilismo era cosa de las doce cuerdas.
Tal vez, al cavar la trinchera defensiva se esté pensando, con el temor del derrumbe, y que le coja abajo, que necesidad hay de ello, pero en la nueva palada reflexiva intuye que posiblemente sea por la desatención que, ante los asuntos que son considerados importantes por estos grupúsculos de zapadores, el mando, la responsabilidad, el poder, los minimiza, los soslaya, los evita, los ignora, o cuando más, les alientan para la creación de esas comisiones de olvido, ya saben, por si en adelante es de utilidad.
Encarnación, quien te ha visto, y quien te ve.
En la inutilidad de tanto esfuerzo, fuera del sentido común, aquello recobra su sentido solo cuando en ocasiones causa su efecto. Pues si malo es no ser atendido, peor, cuando ni tan siquiera escuchan, y que decir, cuando atendido y escuchado no se actúa en consecuencia, y se dilatan los asuntos en la maraña de burocracia, sin buscar soluciones, o echando la culpa sobre otros. Y en el colmo, cuando el razonamiento, o la conveniencia, encuentra la pérdida solidaridad demandada, aunque no se tenga ni remota idea de cumplirse, esta se esfuma, salvo aquellas que puedan acogerse dentro de las siglas del ideario, este entrecomillas. Pero, ¿y las ocurrencias?
Sevilla 4 de Diciembre de 2007 (Santa Bárbara, Patrona de mineros y artificieros)
Francisco Rodríguez Estévez

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