martes, 2 de julio de 2013

el consul

El consul

Como cada año, al llegar Semana Santa, el cónsul viene a Sevilla. Le gusta recorrer sus calles. Por dos veces viene a pasear alrededor de esta céntrica plaza de abastos, siempre incluye estos paseos en su milimétrica agenda marcada por el protocolo de obligaciones ineludibles. Son cuatro agotadores días para completar la visita oficial a la ciudad. Es una suerte que venga siempre, desde que las relaciones se establecieron, y que comience en este lugar fidelísimo, el mercado, su andadura. Son momentos esperados, allí aguardo su llegada que se produce con exacta puntualidad en la tarde del martes, día del Dios de la guerra. Es el día de su presentación, y suele llevar una ligera prisa, una cierta urgencia, como sabiendo que la Encarnación va a pedirle como siempre que lo salve. Aclamado por la muchedumbre es difícil que escuche tantas peticiones, no es buen momento para atender, ni mucho menos para cambiar nada, al fin y al cabo, cuatro nostálgicos. El viernes volverá por la mañana temprano en un paseo relajado y lento, de despedida, incluso se detiene varias veces como mirando lo que se está haciendo en el solar. En la puerta del mercado los vendedores aguardan con la mirada puesta en la esperanza, para que este prócer haga algo mas que lavarse las manos en este asunto, que sentencia preguntando con su mirada. Ni imagináis que es lo que contestan. Nada, no contestan nada, solo aguardan. Ni una protesta, ni un solo reproches una actitud de silencio repetitivo que despreció el representante público, el pasado domingo, ante esta desmotivación, cuando se acercó a las excavaciones y no le tembló el pulso para firmar la propuesta de resolución. Solo mi vecino Juan sabe de mi amargura por perderle.¿Cómo tener humildad y paciencia si después de tanto tiempo esperando su triunfo le tienen preparado el subterráneo’?. Cuando la exaltación llega a mis ojos, los humedecen lagrimas recordando su pasado ante las negaciones desde su fundación, palma de reconocimiento, de madrugada gitana que llena de angustia esta porciúncula convertida ahora en un valle rodeado de sus propias ruinas. No hay oraciones que valgan cuando te llevan al huerto por un rosario de circunstacias, la regla dará cuenta de este prendimiento injusto. Dieciocho cantamañanas del tres al cuarto muñiendo la razón, echan campaniles al vuelo, apiadados por tan patético cuadro. Cuando llegue la aurora de esta pesadilla le veré resurgir lleno de vida, como le sueño. Menos mal que tengo silla en la campana, por que la Encarnación no es lo que era. Ahora hay demasiada gente a su alrededor.
                     Sevilla 1 de mayo 02

Francisco  Rodríguez Estévez

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