Con Jerez
Si alguna vez lo hacen, y alcanzo a verlo, brindaré por
Roma. No me importará si los achaques que me vengan por la edad no me permitan
hacerlo con Jerez, ese día dejaré a un lado la rivoflabona de la recomendada
bebida de soja que dicen que ayuda a mantener a raya el colesterol y que
revitaliza los corazones maltratados, pero con toda seguridad, llegado ese día, beberse el Sol de Andalucía
será una obligada medicación, un deber, un compromiso con Serapis, con
Dionisio, con Baco, e incluso con Príapo. Cuestión de tamaño
Roma salvadora. Roma triunfal. Ora pro nobis. La colonia, la
pequeña julia, dejó guardado todo el
glamour que le fue posible, para que siempre la podamos seguir admirando
a la sombra del mercado de la
Encarnación , fiel protector durante todos los años de su
existencia.
Desnuda de aquella capa envolvente, de sudario, de mil y una
noches, de palmeras y acequias, de arrayanes y jazmines, desgraciadamente
perdida, como la madraza desaparecida en combate de urgente intervención junto
a los silencios de la beatitud conventual y los nobles blasones de los palacios
aterrados por el Botella.
Escombros, de las mil batallas perdidas, propiciados
siempre, por su injustificable abandono.
Los placeros llenaron de bullicio, de vida, aquel vacío,
sencillamente por que defendiendo sus intereses fueron capaces de enfrentarse,
cargados de razón, a un débil Consistorio, dividido y sin poder moral, sin
autoridad y sin soluciones, para dejarse engañar en connivencia ciento
cincuenta y tres años después.
Treinta y un años le han pasado en esta gran mentira. Si
alguna vez lo hacen, y tengo la suerte de alcanzarlo a ver, brindaré por Roma,
que escondida permaneció dieciocho siglos para impedir que una mala idea, mucho
peor que la (mala) idea premiada enterrara para siempre el mercado de la Encarnación , aquella
plaza de abastos que sus placeros fueron capaces de disputar y ganar a un
Consistorio, tal como este, tan solo por que se lo propusieron. Roma no paga
traidores, y por algo ha sido generosa con esta plaza de abastos.
Si alguna vez lo hacen, sin tonterías y como Dios manda, y
Fortuna me acompaña para verlo, levantare una copa con manzanilla, suave brisa
de Lucefiris fanum, y sintiéndome como un gladiador, en la macellum no tendrá
mas cabida en el brindis que estas dos palabras: AVE ROMA.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 22-9-04
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