sábado, 27 de julio de 2013

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De chino
 

Decía el asesor de la gran empresa, ávida de titánicos objetivos, acaso imposibles, que lo peor era hacerse entender con los socios del Consejo, pues para ello era necesario conocer el mandarin clásico,  y que para su desesperación en ocasiones, ni así lo llegaba a lograr.

El caso es que en aquellas largas secciones de varias horas, tiempo que solían durar las Asambleas, era mas que seguro de que al final todo se circunscribía al asunto de las cajas, de los bancos, y cuando no era asunto de bolsa lo era de sacos, incluso de contenedores, el caso es que las altas miras  de los objetivos a debate quedaban reducidas a un conflicto de intereses en el que las utópicas inversiones como materia de discusión, mas parecía canibalismo fraticida, pues costaba discernir entre lo particular, lo comunal y lo general, si  en la lectura de las conclusiones no se dominaba el chino.

Bastaba una nota admonitoria de forma colectiva para que todos durante varios días, pocos días, supiera perfectamente a que atenerse.

Hoy me han informado que los tiempos han cambiado, pensaba que los principios de lo ajeno, y lo propio eran inalterables.

Debe de suceder que ahora una cosa es la letra, y otra cosa debe de ser  un número, pues pasa que lamentablemente se pueden contemplar situaciones saltándose la letra, realizándose números impropios  y  extemporáneos, tal como si nada, y por el contrario dar lectura detenida de la letra, para el mejor entendimiento y mayor comprensión de lo que está escrito, llega a formar un número.

Nadie, según la letra, debe de obtener beneficio en  lo común, si este no lo puede lograr el resto de los componentes que cumplen con las obligaciones establecidas y por lo tanto también tienen los mismos derechos pues nadie puede estar por encima de los demás, y menos disponer de lo común para su provecho.

En la ausencia de negocio siempre aparece el pesimismo, pues es sabido que cuando aquel llega a quien le puede importar la letra si los números dejan de ser rojos.

La lectura que puede hacerse es que, llegado a este punto, lo mismo saber leer puede resultar inoportuno, mas cuando cualquier gesto de creatividad puede ocasionar un número, por más que el agravio comparativo lleve a pensar que lo importante sea el silencio, ni les cuento que puede suponer traducir el chino.

Sevilla a 27 de Julio de 2013

Francisco Rodriguez

 

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