jueves, 4 de julio de 2013

Oler a olor


 
Olor especial

No haría falta tener la coana entrenada para tal menester, es fácil detectarlo, pues a nada que se pasa al laberinto se percibe el extraño aroma.

Duele que en varias ocasiones este hubiera sido confundido por los medios, aunque se explica por las dudas que originan descubrir sus componentes,  y que por tal causa, le adjudicaran calificativos impropios como cohechos, y despectivos, por ignorancia de los ingredientes según la definitiva nueva formula.

Que la Encarnación tiene su aroma propio, ese que resulta impropio para plaza de abastos municipal, y característico por inconfundible, es cosa cierta, pero que en absoluto eso no da pie a nadie para llamarle ni putrefacto,( olor a podrido), ni nauseabundo,  (que produce nauseas). Nada más lejos.

El aroma de la Encarnación, ese que bajo las setas desprende, está pero que muy lejos del que puede tener la amorphophallus titán,  tan característico de la flor por su aroma de los cadáveres, pues la mixtura de este por novedoso tiene su propia personalidad difícil de igualar, pues no es fácil mezclar el del garum que se obtenía en los sótanos de la hispalis romula, pura ruina, con el que quedaba en la madera barnizada de los bancos de Iglesia de la esclavitud, y con algo del que vía listones de pino finlandés recuerda a Dinamarca, se remata con unas pinceladas de cetáceo varado, avistado en el mirador social. Ese es el genuino olor a olor.

Es un olor tan especial que engaña a los taxistas cuando intentas hacer una carrera obligatoria, pues no pueden creer que aquello que inunda el habitaculo pueda ser natural.

Se tiene la impresión de que los placeros, ya no lo huelen, que han acostumbrado  la pituitaria amarilla, como el fenólico, y no perciben la mezcla. Oler, a olor. Olor especial, olor de la Encarnación, olor a laberinto. Es lo que tanta modernidad  viene a dar en la nariz.

Sevilla a 4 de Julio de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

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