sábado, 25 de junio de 2011

Vuela como las nubes, como las sombras

Cuando el tiempo habla

Tiene su punto que por más que lo sepa todo, tarde tanto tiempo en decir nada. El tiempo siempre habla tarde.
Como si no tuviera prisa, como queriendo hacer saber que su tiempo, no lo puede marcar las prisas de aquellos a los que la vida se les pasa mas de prisa cuando se quedan sin tiempo. El tiempo siempre tiene su tiempo, pero aquí cualquier cosa tarda una eternidad en hacerse, y entonces es cuando el tiempo dice lo que tienen que decir.
En la Alameda, ¡Ay, Alameda!, en la Encarnación, el tiempo aun no ha dicho la ultima `palabra, pero cuando hable, irremisiblemente tarde, podremos enterarnos cual fue su parecer.
Los dos mejores espacios de intramuros la ciudad, fueron lo que no eran, son lo que no fueron, y eran lo que no son, ¡Ay, Alameda! ¡Ay, Encarnación!
El tiempo les llego tarde, siempre tarde. El tiempo se acelera y llega el tiempo bueno tras la tormenta.
La casa de Pumarejo, en estos tiempos tuvo suerte y será lo que ella quiera, ni lo que quisieron unos, ni lo que otros dijeran, la casa de Pumarejo hecha una pura grieta ya no le queda ni el tiempo que ella quisiera.
En los jardines del Prado, se le ha dictado sentencia, y tarde el tiempo que se tarde volverán a plantarse los 329 árboles que arrancaron, por un capricho. El tiempo da la razón, pero ni un diez por ciento de aquellos frondosos árboles pudo salvarse. Costo verde. Nadie quiso escuchar lo que se decía a gritos y hoy confirma una sentencia. Que pena Encarnación, que pena de Alameda.
Ahora también le llegará el tiempo a la fabrica de vidrios de la Trinidad, ¡Ay, Atarazanas!, y quien dice a la fabrica de Artillería, ¡Ay, convento de San Agustín!, este es el tiempo, ha llegado el tiempo para el Huerto del Rey Moro, y para la fabrica Roche de Sombreros, ha llegado el tiempo que habla, el tiempo que escucha, el tiempo que viene. La Encarnación, ¡Ay, Alameda! Tuvo otro tiempo, el tiempo pasado, el tiempo de silencio, el tiempo de dispendio, el tempus fugit, Sicut nubes, quasi naves, velut umbra, que ha llenado aquello de tantas sombras que difícilmente ni en la nube del restaurante, ni en la nave de los sótanos, tiempo pasado, se le divisa el futuro.
Corre, corre, el tiempo, calladito pero la verdad es que corre, en Paris cuatro sevillanos gritan para que el tiempo hable, lo mismo con el tiempo acaban siendo cuatrocientos cuarenta y cuatro mil, a nada que la UNESCO diga la ultima palabra, o “juaninnasio” encuentra un papelito que presente dudas “civicas” en el tiempo. Que no se diga.
Sevilla a 25 de Junio de 2011
Francisco Rodriguez

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