jueves, 2 de junio de 2011

Algo se mueve en el alma

La sismicidad

Hace algún tiempo, como habrán notado, que no hago referencia a lo de la Encarnación, ¡Ay, Alameda! Es cierto. Seria seguir en algo que, para la mayor indignación, es causa pasada, algo inexistente que, por indignante, no tiene ni pasado, e indigna pensar que no encuentre el futuro, si alguno le aguarda. Solo la indignación, en el presente, ocupa la mayor indignación de esta ciudad que, fruto del capricho, transfiguró la Encarnación, la plaza de la Encarnación, ¡Ay, Alameda!
Al ser un experimento nunca probado, la cubierta de madera, (pegada con pegamento especial inventado al efecto), encolada y poliesterizada, atornillada, machihembrada, fijada con pernos y tiras metálicas, y reforzada con barras de hierro, no tiene, por su singularidad antecedente en el mundo, lo que hace que, aparte de las pruebas en laboratorio, existe un cierto desconocimiento sobre el comportamiento de los materiales que componen todo aquello, y aparezcan las dilataciones, las contracciones, o que haga la gracia la falla de Carmona, (que no es ninguna chirigota), y los conglomerados de Finlandia, lo mismo se utilizan , (visto que no funciona la sinergia de la locomotora), si con la acción telúrica estos tengan que emplearse en mantener la caldera insaciable que Groucho no paraba de alimentar, para que corriera su tren. Esto es la guerra.
Siendo ahora un espectro de lo que no fue, algo tangible y visual, una fantasmada política, y una sinrazón económica, no hay dudas de que no importaba que fuera un proyecto imposible, si era un deseo megalómano, con el resultado momificador de una piramidal deuda con una faraónica factura.
La plaza de abastos de la Encarnación evidentemente solo está en el recuerdo de los pocos que quedan que la conocieron. Por consiguiente nada la evoca, salvo las escasas fotos que existen del mayor enclave comercial de su tiempo.
En este que le toca ahora nadie sabría como definir a aquello, en la que, aparte de la cripta con sus ruinas, al dejar de ser como la plaza de toda la vida, este espanto deja entrever la decadencia a la que el dislate efectuado la aboca con la coartada de la modernidad.
En el error, aparece el horror, y ….. justo por el diseño mas anticomercial de todos los posibles, aparte del desajuste y estrambótico modo en el que los espacios quedaron distribuidos, y la falta de equilibrio circulatorio existente, evidencia que al colocarse las puertas de una manera aleatoria y carente de sentido, y su laberíntico recorrido, que aquello como no empiecen a poner soluciones, lo mismo se viene abajo sin necesidad, y por su propio peso, de que intervengan las amenazantes fuerzas telúricas, en forma de agentes uniformes, o de paisano. De todas formas la cosa es de Falla, cosa seria, y la sismicidad es el movimiento de las placas, que ni es cosa de simios, ni de situyos, la plaza es de todos, al menos eso creen los indignados.
Sevilla a 2 de Junio de 2011
(Otro día, escribiré de la Encarnación)
Francisco Rodríguez Estévez

No hay comentarios: