A esta ciudad que quiero, en la que vivo y duermo, que
despierto, sueño, y dormido siento, aun no sé porque razón la quieren
disfrazar, hipnotizándola con humos, de escape, de huida hacia delante, y de
faroles fundidos estilo antiguo.
Basta saber que por ahí hacen “Baluartes”, “Guggenheins”,
“Torre Agbar”, y “Palau de las Arts”, incluso grandes tonterías, como para
ponerles los dientes largos a cualquiera.
Mas aun cuando esas realidades, constatables y visitables,
han tenido para mayor asombro no tener que alterar la parte mas sensible de la
ciudad, como puede ser su centro histórico, eligiendo para los emplazamientos de estas nuevas edificaciones
de las vanguardias arquitectónicas, espacios generalmente degradados, para que
a sus sombras, tengan lugar el desarrollo del crecimiento urbano, comercial y
económico.
Pero de nada sirven aquí los ejemplos de lo que sucede en
otras latitudes, para sacar benefactoras conclusiones, si admirando las
portentosas edificaciones y sus emplazamientos, se sigue pensando que en esta
lo de “la epatante cubierta”, y lo del “emblemático mercado”, son parangones de
aquellas, cuando no deja de parecer, no un caprichoso icono de dudosas sombras,
que difícilmente a su alrededor pueda florecer nada, ni que sea capaz tanto
papanatismo, salvo por su coste, de asombrar a nadie, sobre todo si el viajero
repostò en Hannover.
Tampoco parece que la gigantesca sombrilla sea la drástica
solución de un marrón político-urbanístico- social, menos que semejante “Kisch”
sea un estandarte para demostrar al mundo lo moderno que podemos llegar a ser
por estos pagos, y lo habilidosos que somos haciendo encaje de bolillos
financieros para hacer frente a estos desorbitados costos, y el que venga atrás
que arree.
Francisco Rodríguez Estévez
-Sevilla, 9 de Octubre
de 2005
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