Poca idea de lo que podría ocurrir en el tiempo, cuando los
placeros dejaron su plaza de abastos, por años abandonada, para llegar a enjaularse
voluntariamente, en ese rincón de la provisionalidad que ellos mismo
habilitaron tratando de subsistir, para una vez demolido permanecer en activo al
aguardo de la reconstrucción prometida que les devolviera, tras la
expropiación, esa nueva opción de modernidad que se les ofrecía,
Pero era evidente de que ni el más optimista se creyó para nada aquello de los tres años,
que fijó la Administración para su construcción.
Los mayores ya
sospecharon que muchos no la verían en su nuevo aspecto, si bien los más
jóvenes, pensaron que tras la transición política, que les dio de lleno, sería cuestión de cuatro, tal
vez cinco años más.
Entre los tubulares de efímera construcción y chapas de
asbesto el Mercado de la Encarnación llega a un nuevo Octubre, el segundo del
tercer milenio, para comenzar el sexto lustro en la más eterna de las
provisionalidades, asfixiado por el cerramiento del perímetro del solar,
cerrada al tráfico la única entrada, desplazadas las terminales de transporte público y creando el
más completo de los caos circulatorios, lo cual hará que en el lugar de
celebrar un aniversario lamentable, padecerán un lamentable asedio.
Así pues resulta
increíble que después de tanto tiempo esperanzados en que alguna corporación
democrática fuera capaz de resolver esta situación para muchos de vergüenza, y
se terminara con este esperpento de mercado, escaparate de las dejaciones y de
la indolencia de los munícipes, confiando en
el ofrecimiento de alguna
creatividad aunque fuera tomada de las
visitas oficiales que tanto a Madrid
Barcelona y Valencia se realizan, pues ocurre que a nuestros
ediles no se les ocurre otra cosa que ¡izas!, por arte de birlibirloque hacerlo
desaparecer, u aparece el capricho autorizado de una galería, fracaso en todos
los intentos, nada menos que debajo
de unos locales comerciales de nueva
creación situándolos en los sótanos de ellos. ¿Acaso no son comercios los
puestos del mercado?
Si se llegara a averiguar el nombre de la persona o personas
que engendraron tan absurda idea, sugiero lo pongan en un azulejo, tan de moda,
para que no quede en el anonimato tanto talento soterrado. Me inclino que esta
idea lo mismo le sirve de mausoleo. Y es que no aprenden.
Sevilla a 1 de Octubre de 2002
Francisco de P. Rodríguez Estévez
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