viernes, 15 de noviembre de 2013

San Alberto

 

Era lógico que fuera un día magno digno de los acontecimientos que se iban a suceder. No fue bueno para la venta, pues la caja estuvo en horas bajas, no así lo atareado que se dio preparando cosas para cuando estas aparecieran.
No fue la venta esperada lo que apareció pero llegó, y hace tiempo que le estaba esperando, la posibilidad de que, en esta ocasión, pueda llegarme la jubilación, pues un matadero de Badajoz se ha dado cuenta  de que, aun sin puerta, algún día no lejano será negocio tener implantación comercial en la Encarnación, por mas que nos pese llamar a eso  el edificio emblemático de las setas, inspirado en los cimborrios de la catedral, que ya hay que tener imaginación.

Pero en esto estábamos, cuando llegaron, cámara en mano, los alumnos de la facultad de Ciencias de la Comunicación Audiovisual,  para hacer un reportaje de estudio sobre esta Encarnacion de mis canas, antes de mis carnes, como parte un trabajo en cuatro sesiones, para dar a conocer distintos aspectos de este disparate, comercial, político, arquitectónico, y despilfarrador como adjetivos de realizar, a toda costa, un proyecto calificado de imposible, donde se hace imposible poder identificar el laberinto resultante, con algo que parezca una plaza municipal de abastos.

La previsión de la venturosa jornada tenia por objetivo asistir en la catedral de Sevilla a un acto tremendamente emotivo, cual era la entrega de un prestigiosos premio, a ADEPA, que por si no lo saben es una asociación patrimonialistas que lleva décadas evitado en la medida de lo posible que esta ciudad quede travestida con el disfraz del papanatismo, y pierda algo mas que el caserío, y los cielos, e incluso detectando el peligro que se cierne por quienes hacen perder la propia identidad de la ciudad, y sus silencios incluidos.

Discursos melifluos marcaron los meritos de los premiados, pero el dulzor se hacia amargo cuando nos dejan ver la realidad de una Sevilla en la que se permiten “encarnaciones”, y lo que es peor que no parece que exista el propósito de enmienda, de enemnditus, enmedita, enmenditum, reparar, curar, rectificar, en este caso de la Encarnación,  una vez consumado, que al menos hacer notar como subsanar los errores dentro del horror que allí se detecta.

Viendo la Sacristía Mayor uno se pregunta donde podía estar la inspiración para una cubierta gofre, fuentes bultos y parterres amebas, con azotea botellodromo y fallido "Planetarium". . En tanta belleza del incomparable lugar no cabía mas que disfrutar de los sentidos, más cuando esta Encarnación, que puse palabra en el paraninfo de la Universidad de Sevilla, el Salón Almirante del Alcazar, el Ateneo, el Circulo Mercantil e Industrial , la facultad de Bellas Artes, el colegio Medico, el colegio de abogados, el de Veterinarios, y los medios de difusión posibles como foros para informar de tamaño desacierto de lo que allí tardaron lustros en hacer, hicieron lo imposible, y despues de lo que hicieron, desaparecieron los responsables a los que había que pedir responsabilidades.
Tanto es así, que no me podía pensar que allí, en ese lugar de relevante importancia se hiciera referencia a lo de la Encarnacion, la de mis canas, antes de mis carnes, y en la grandiosidad de la Sacristía Mayor de la Patriarcal Santa Iglesia Catedral de Sevilla se me hace mención de la lucha ciudadana.
El día de San Alberto me trajo, en las voces de la coral polifónica interpretando Cohors Generosa, los recuerdos del pasado, de cuando aun tenía el sueño de una plaza municipal de abastos que se pareciera al mercado central de Valencia.
Al  magnifico encuentro de este día de Noviembre, magno como San Alberto, en la Magna hispalense de su Catedral, puso colofón la coral con la interpretación de la pieza a cuatro voces mixtas y soprano solista, Sombras Negras, como si fuera la premonición de las umbrelas micológicas.
 Por suerte acabamos en el Torre del Oro, degustando un ágape propiciado por el presidente de Adepa, al que por fin se le ha reconocido el gran merito que tanto le cuesta y no es solo dedicación, tiempo e incluso la salud, ¿pero quien habla ahora de dinero si ratos como este no hay con que pagarlo? Casi se podía tocar el cielo estando juntos con Gloria.  En la Sacristía Mayor de la Catedral de Sevilla quedó dicho lo de la Encarnacion, ¡Ay, Alameda!
Sevilla a 15 de Noviembre de 2013
Francisco Rodríguez Estevez 

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