domingo, 3 de noviembre de 2013



La información y el bulo

 

Se hace necesario mantener en el blog la ultima entrada del uno de Noviembre, pues una mas es algo que viene a decir que nunca son suficientes las veces que se digan si quien tiene que oír no escucha, quien tiene que decidir lo ignora, y quien tiene que ver la antojera limita el amplio panorama por el que ni por asomo se asoma.

Cierto que es transparente el cristal que deja ver la calle y que esconde con los reflejos el interior. Mercado y calle. Cierto que la reflexión de la luz amarilla entra hasta la vitrina donde los productos desaparecen cuando en las bandejas son ocupados por los cielos azules. Calle, calle. Pues, que importa si nadie escucha lo que no se ve, ni en la plaza ni en la calle.

La puerta, para cumplir con la Ley de Sostenibilidad debe de ser automática, pero ya nos valdría una de las que no se colocaron, y sabemos que permanecen en los almacenes de materiales del Metropol, pues como no es cosa de ver, ni de oír, ni de hablar que para eso están los monos, se nos hace imprescindible colocar una puerta que tanto para mejorar el laberíntico espacio, e incluso puede resultar que mejore el aspecto comercial cuando el publico pueda utilizarla tanto para entrar como para salir, especialmente para evitar la desorientación que el galimatico diseño causa.

La información estaba en clave, era un enigma que parecía fácil  de resolver, en el quedaba claro que el final podía cambiar, para que no quedara igual. ¿Qué podía cambiar? Y ¿Qué no debería de quedar igual? Blanco y en botella. “La puerta”

Ahora el macutazo la hace cerrarse de un portazo, aunque lo inexplicable es que primero debería de estar abierta, y así, abriendo y cerrando, lo mismo el gozne del silencio no chirría.

Daremos un tiempo de confianza, un tiempo para saber el resultado del enigma que brotó de una fuente fidedigna, y apartémonos de habladurías, de los bulos como consecuencia de las circunstancias adversas, las que hace, que con todo el tiempo que llevamos haciendo la indicación de la falta de esta puerta, cuestiona negando una vez mas lo que aunque con enigma, de buena fe, hace pensar que en breve se va a instalar la puerta, eso si, no será automática. Pero quien repara en ello, si de la vitrina puede irse el azul de los cielos, y al paso el público puede comprobar lo que se expone, al entrar y al salir.

Sevilla a 3 de noviembre de 2013

Francisco Rodriguez Estevez

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