Una historia que contar
En mis años jóvenes, que por aquello de meterme en todos los
charcos, mira por donde fui a caer, cuando aun no había cumplido la mayoría de
edad, nada menos que a ocupar cargo de
vocal en el llamado Sindicato Vertical de Ganadería.( XXV años de Paz)
Demasiado joven, para enterarme de lo que allí se llevaba en
familia, y poco preparado como para tomar ninguna iniciativa salvo las que la
edad, la talla y el peso me permitían, con 18 años, 1.85, 81 kilos.
Ninguna acción, ninguna propuesta de importancia, alcancé a debatir,
solo me dejaban algunos problemas de comerciantes, asunto que tenia que zanjar de cualquier manera, pues
que no salpicara a los directivos y demás miembros de la familia sindicalista, y camisa con cangrejo,
con altos honorarios y caja abierta.
Ahora pienso que tuvo que ser la edad, pues no creció en mi
ninguna ambición a lo largo de mi vida, ya que sintiéndome responsable (las veces que
dejaban la toma de decisión en algún que otro marrón) pues apenas concedí poco favor
a quienes me lo solicitaba, generalmente padres de familias en apuros economicos (a pesar de comprobar como aquello era Jauja en
manos de los responsables) y pudiendo fácilmente
haber ayudado en muchas situaciones limites.
Lastima que no me hubiera dado cuenta del daño que pude causar
en muchos compañeros de profesión, dura profesion, a los que podía haber colaborado para solucionar
lo que le traía, sin que ello hubiera causado ningún quebranto al sindicato
vertical, por el que tanto se escapaba.
Con mas experiencia, edad, y preparación, durante siete años la
responsabilidad me hizo caer en representar a los placeros de una gran
cooperativa, y también de igual forma no supe ver el interés particular de los
muchos casos que se dieron en las dificultades de una lacerante provisionalidad,
y por coherencia(posiblemente errónea) mantuve siempre el criterio a favor de
mayor interés general en el ente cooperativo, igualando los derechos de los
asociados, lo cual me llevó a perjudicar
en muchas ocasiones a otros compañeros que hubieran merecido alguna
flexibilidad por mi parte, mas cuando desde la mayor responsabilidad las
actuaciones que me tragaba, siempre iban generando una corriente de simpatía,
otorgando favores aleatorios, en ocasiones desmesurados, que hacia
crecer el clientelismo para perpetuarse. Así me fue.
Esta experiencia viene a colación por que es algo que no
cambiará nunca. Hoy existen muchas personas que tiene responsabilidad y acaso
por su ego, o por sus miedos, no atienden, pero de verdad, a cuantos se les
acercan, ya sean multitud, pidiéndoles la ayuda que necesitan, y una vez mas,
vuelve a suceder que no les prestan atención, mal por que no saben que algún día
tendrán que dejarlo, y volverán a ser mortales, y puede ser que entonces les
llegue el arrepentimiento por haberse sentido poder y no querer, peor si
piensan que pueden perpetuarse, y solo ayudan a los que mas tarde, en el tiempo
tranquilo, pueden devolver los servicios. Cierto es que estos son los que por
mi experiencia siempre acaban sacando algo, y a las pruebas me remito.
Sevilla a 25 de Abril de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
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