jueves, 25 de abril de 2013


Una historia  que contar

 

En mis años jóvenes, que por aquello de meterme en todos los charcos, mira por donde fui a caer, cuando aun no había cumplido la mayoría de edad,  nada menos que a ocupar cargo de vocal en el llamado Sindicato Vertical de Ganadería.( XXV años de Paz)

Demasiado joven, para enterarme de lo que allí se llevaba en familia, y poco preparado como para tomar ninguna iniciativa salvo las que la edad, la talla y el peso me permitían, con 18 años, 1.85, 81 kilos.

Ninguna acción, ninguna propuesta de importancia, alcancé a debatir, solo me dejaban algunos problemas de comerciantes, asunto que  tenia que zanjar de cualquier manera, pues que no salpicara a los directivos y demás miembros de la familia sindicalista, y camisa con cangrejo, con altos honorarios y caja abierta.

Ahora pienso que tuvo que ser la edad, pues no creció en mi ninguna ambición a lo largo de mi vida,  ya que sintiéndome responsable (las veces que dejaban la toma de decisión en algún que otro marrón) pues apenas concedí poco favor a quienes me lo solicitaba, generalmente padres de familias en apuros economicos (a pesar de comprobar como aquello era Jauja en manos de los responsables)  y pudiendo fácilmente haber ayudado en muchas situaciones limites.

Lastima que no me hubiera dado cuenta del daño que pude causar en muchos compañeros de profesión, dura profesion, a los que podía haber colaborado para solucionar lo que le traía, sin que ello hubiera causado ningún quebranto al sindicato vertical, por el que tanto se escapaba.

Con mas experiencia, edad, y preparación, durante siete años la responsabilidad me hizo caer en representar a los placeros de una gran cooperativa, y también de igual forma no supe ver el interés particular de los muchos casos que se dieron en las dificultades de una lacerante provisionalidad, y por coherencia(posiblemente errónea) mantuve siempre el criterio a favor de mayor interés general en el ente cooperativo, igualando los derechos de los asociados, lo cual me llevó a  perjudicar en muchas ocasiones a otros compañeros que hubieran merecido alguna flexibilidad por mi parte, mas cuando desde la mayor responsabilidad las actuaciones que me tragaba, siempre iban generando una corriente de simpatía, otorgando favores aleatorios, en ocasiones desmesurados, que hacia crecer el clientelismo para perpetuarse. Así me fue.

Esta experiencia viene a colación por que es algo que no cambiará nunca. Hoy existen muchas personas que tiene responsabilidad y acaso por su ego, o por sus miedos, no atienden, pero de verdad, a cuantos se les acercan, ya sean multitud, pidiéndoles la ayuda que necesitan, y una vez mas, vuelve a suceder que no les prestan atención, mal por que no saben que algún día tendrán que dejarlo, y volverán a ser mortales, y puede ser que entonces les llegue el arrepentimiento por haberse sentido poder y no querer, peor si piensan que pueden perpetuarse, y solo ayudan a los que mas tarde, en el tiempo tranquilo, pueden devolver los servicios. Cierto es que estos son los que por mi experiencia siempre acaban sacando algo, y a las pruebas me remito.

Sevilla a 25 de Abril de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

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