
Las blatellas germánicas
No solo vinieron las maderas, que cubrieron de tablones la germánica
idea en lo de la Encarnación ,
pues aparte de la tontería alemana, también
llegaron las blatellas.
Las responsabilidades, (me dice quien de los placeros se
hace voz) que a través del telefono han comunicado, tanto la oficial, como la
oficiosa, que nada de nada.
Es decir que cuando existe una responsabilidad que no la llames
Belem, Belem, que no vienen.
Con estas noticias de
respuesta verbal, que no contrato, hace pensar que lo mejor hubiera sido que
pregunta y petición se hubieran formulado por escrito en papel con membrete cooperativo
oficial, y por tal motivo esperar la contestación en idéntica forma tanto de la
responsabilidad oficial, como la responsabilidad oficiosa, y mientras de esta
forma, entre galgos y podencos, la blatella, nace, vive, fornica y se reproduce
colocando las ootecas en los lugares apropiados, que por aquello del fenólico,
(el formica que esta prohibido agujerear, salvo para colocar los destartalados
apliques de luz) que al ser unos paneles sujetos, y pegados a una estructura de
madera permite tener a las germánicas cientos de rendijas para la proliferación
placentera, pues no parece que las asuste nada por el momento.
Todo hacia suponer que la responsabilidad oficial, la que
percibe sus tasas, la que teniendo capacidad y dotación suficiente, tanto de
medios, como de equipos, y personal cualificado para esta operación de choque,
y disponiendo de armamentos químicos de destrucción masiva eficaces para
combatir estas intrusión, pues parecería que siendo carnes de mis carnes, laboratorio
y mercado, centros municipales la lógica hacia pensar que se prepararía la inmediata logística para entrar en acción. Ni
un spray
La responsabilidad oficiosa, que recibe mayor cuantía para
la conservación y mantenimiento, (no cabe pensar que la alta dotación sea en
parte para conservar las ootecas, por muy germánicas que estas sean) y lo suyo no
podría ser escurrir el bulto tal que fuera un deposito de estas a punto de
eclosionar en las rendijas, o en los husillos o quien dice en el falso techo, o
los almacenes de cajas, carretillas y aperos, menos probable en el salón de residuos, que a falta de trituradores, (como
de fotovoltaicas) hubieran evitado los depósitos orgánicos en los contenedores
que se evacuan por la barreduela de cristal, justo por donde el publico busca
la puerta inexistente, y muy cerca del peligroso lucernario que remata la escaleta
acotada para que la juventud no haga uso del espacio publico privatizado, donde cada semana el camión succiona los
pozos negros de un alcantarillado insuficiente, donde la blatella se hace fuerte
antes de invadir el entorno.
Los placeros se han planteado de nuevo caer en el error de hacer
la guerra por su cuenta pagando por anticipado la derrota.
Sevilla a 22 de abril de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
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