La observacion
Tras la trinchera anticomercial de la vitrina se puede ver el
pasar de los viandantes, y muchas veces
como que no pasa nadie. La panorámica que se observa desde el ventanal es grande
si tenemos en cuenta que está en la planta baja de una céntrica calle, en
tiempo llamada del correo viejo.
La mirada, colocada en el vértice del obtuso, permite en su amplitud abarcar casi desde el ángulo de la esquina
Noroeste del polietapico, hasta el corner que se encuentra en el Suroeste del multidisciplinar
espacio, como entradas al antiquarium, lo que permite ser observador de cuantos
transeúntes pasan, y observado por aquellos que al paso miran hacia el espejo de la cristalera y consiguen penetrando
su mirar al interior del fanal, evitar que la reflexión solar le impida ver
lo que sucede en la desolación del viario interior, calle vacía donde la
ternera de poliéster hace de llamada a pequeños niños, y no tan niños.
Desde la garita de vigía, se enfila la venera y el
lucernario. Alli puede verse como los camiones introducen las gomas a los
registros succionando los pozos negros del sedimento semanal, y como la baranda
de vallas unidas por negros latiguillos, acotan la escalera pública que es
partida por la seta dos. Dos escaleras.
En la barreduela de
cristal, por suerte, no dispusieron colocar, (aunque estuviera prevista) una de
esas absurdas fuentes, como la que seca, después de dos años sirve de “rebalaera”
a los pequeños hasta que un día cualquiera uno de ellos tenga un golpe en el
juego, y quiera Dios que lo menos sea un chichon, y cuanto mas, la perdida de
algunos diente de leche para que el ratón Pérez les traiga algún regalito, y
una facturita del estomatólogo al descuidado papa que conversa de los capitales que no dispones en el banco malo, mundo, demonio y carne, alrededor del barril de roble. Todo es posible y es posible que todo sea nada. Si lo más posible sea que nunca las inauguren, a que esperan para retirarlas.
En lo mas alto de la plataforma, de brazo articulado, el técnico alemán aprieta los tornillos del conglomerado de madera que hacen las cuadriculas del la seta dos, su ayudante, equipado con arneses de seguridad comprueba los efectos después de mas de dos años de su aplicación del pegamento de diseño que tuvieron que inventar al efecto.
Abajo dos técnicos revisan nuevamente la fuente bulto que sirve de “rebalaera” para los chiquillos, unas gotas son suficiente prueba de su funcionamiento.
Los camiones aparcan delante de este enorme ventanal tapando a los viandantes la puerta inexistente, no obstante, se observa cuantas personas intentaron encontrarla, esta observación es un signo inequívoco de lo necesaria que se hace la colocación de una puerta que permita la entrada, e impida a los camiones hacer carga sobre el forjado.
Sevilla a 9 de Abril de 2013
Francisco Rodriguez
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