viernes, 26 de abril de 2013





La sentencia

 

Se sabe por los escritos que cuando la Encarnación apareció en el Lithostrotos la suerte ya estaba echada, y dió comienzo el fin de esta historia, que empieza tras la Sentencia.
Al griterío de “tolle, tolle” (quítenlo, quítenlo) no quedaba otra que acatar lo dictado en la sentencia.

En la madera de la Encarnación, la centuria tiene la custodia, y el propio Cayo Casio la responsabilidad para que esta  maxima sentencia se cumpla, tal como aparece en el Acta judicial que le entregaron. Ejecutese. 

La Encarnación que se inició con madera, tal como fuera también de madera el colofón dispuesto para una terminación que por cierto parecía imposible,  y que en la desfiguración por sufrir tantas  modificaciones, como que la acabaron tan distinta, tal pareciera otra, por mas que al no ser el definitivo, se hace que no pueda tener este final, de pegamento y aplausos, pues es la sentencia (que tendrá que cumplirse) la que le tiene dispuesto otro. Dura Lex Sed Lex.

No ha quedado claro por el momento que exista el deseo de acatar con rapidez lo dictado por el Supremo Tribunal, mal ejemplo si este deber corresponde cumplir a la responsabilidad publica, y no solo por ser profesional de la aplicación de la Justicia, en excedencia, mas cuando en justicia representa al conjunto de los ciudadanos que no deben de desobedecer la decisión de un tribunal, y menos demorarlo con vericuetos y estrategias que no hagan mas que alargar en el tiempo, en este caso, lo inapelable.

Más parece que sería una mala praxis darle salida al atolladero causado, con seguirdad a sabiendas,  y aplicarle  aquello de borrón y cuenta nueva, la culpa es de otros,  y que no lo volveremos a repetir. Pues ya seria lamentable que esto sucediera, pero el caso es que si se ha permitido pepino y hongos, quien quita que no proliferen, después de cualquier tormenta, quien sabe que cosa, ¡Ay, Alameda!

Y nada importará si lo que se modifica es el papel y sus letras, y lo mismo la UNESCO calificaría a esta ciudad de las personas como patrimonio de los disparates, pero no por que se pueda estar en contra de estos edificios, todo lo contrario, todos estamos a favor de estos, pero hacerlo en unos jardines públicos, en el centro de la ciudad, o afectando visualmente a monumentos de  Patrimonio  de la Humanidad  ha sido correr mucho riesgo. Y es lo que ha venido a confirmar la Sentencia.

Sevilla 26 de abril de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

 

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