El mercado de los sueños
Mucho antes de que construyeran este que me lo quita, le soñaba. Durante treinta y cuatro años hubo tiempo de edificarle de mil maneras cuantas veces se pueden imaginar, pero ninguno se aproximó a esto que hacen de la Encarnación, que se antoja perverso, trasgresor, e incluso ridículo hasta para un sueño.
No es bueno que nadie nos construya los sueños, peor que los hagan realidad, por extraños, por desconocidos, pues no serán como los que durante muchos años crecieron en algún lugar de la mente, y en ese rinconcito del pensamiento, se idealizaba el deseo del mercado de los sueños.
Bien es cierto que pocas veces los sueños se cumplen, y aunque este no parecía cosa difícil que se pudiera hacer realidad, de haber existido voluntad y responsabilidad, (puesto que un mercado debería de ser cosa sencilla de hacer), con el paso del tiempo, y con las voluntades ajenas, acabó esfumándose con el crecimiento de esas columnas de hormigón armado, de alto coste, y alto standing, que nos apareció, no en sueños, si no en concurso internacional de ideas. Todo un dolor.
Durante tantos años el mercado provisional, fue decreciendo en un rincón, en el que se desvanece como un menguante lunar a su fase oscura, mientras, durante los mismos, crecía y crecía, posiblemente en otro rincón, el de los deseos, el sueño. El sueño de recuperar el mercado de Sevilla, el mercado de la Encarnación, convertido en un espacio amable, sin estridencias, de corto presupuesto, un mercado para devolver la dignidad, y un futuro sin provisionalidades amenazantes, a los vendedores, a todos sus vendedores. Pero la cosa no estaba por esos rumbos.
Ni que decir tiene que el rumbo es un estado de animo, pomposo y dadivoso, y para los que se embarcan, el destino se lo fija la rosa.
Posiblemente el soñarle de bajo costo le hiciera imposible. Imaginarle con un importante numero de vendedores, toda una fuerza social, le hacia inviable. Cosa tan cierta como el que la responsabilidad nunca realizaría nada que pueda resultar económico, y que decir si encima le puede salir respondón.
Por muchos sueños que construyan, solo serán sueños ajenos, y la realidad se me antoja caprichosa.
El mercado de los sueños, no dejaba de ser una irrealidad realizable, que se construía y se demolía una y otra vez en las idealizaciones oníricas del soñador, buscando en la suma perfección, una mezcla de menta y canela, de geranio y de azahar, de calamocha y almagra, de cal, de rejas verdes, de cancelas de forja, mármol y cristal, con cerámicas y frescos, fuente y magnolios, y los tenderetes atiborrados ofreciendo sus delicias a una ingente multitud que encuentra, en la espera sin prisas, la belleza en la observación, y la palabra en el parecer. Mirar, para ver. Hablar, para decir. Oír, para escuchar, y oler para sentir. No despertarme del sueño, campanas de la giralda.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 15 de Mayo de 2007
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