miércoles, 19 de septiembre de 2012

A primera hora




Debería de llevar algún tiempo junto a la puerta plegable de metacrilato escuchando el ruido del bicho expandirse por Regina, el mismo que le sirvió para comprobar en su ropa la impregnación odorífica que el aire caliente trata de alojarse en la urdimbre de su suéter deportivo, el caso es que llego con cierta urgencia hasta donde me encontraba, no sin un perceptible cabreo de una inesperada demora por aquello de que la Encarnación tuviera en la modernidad una hora de apertura tan impropia para un mercado.

Aun no tenía colocadas las mercancías propias y aunque posiblemente no me buscara, pues después de dar una vuelta por el laberinto acertó a detenerse para comprar un poco de jamón de bellota que llevarse, a modo de reservas, en el viaje que ya se iniciaba con retraso.

Podía creerle, o no, pero, a cuento de que tendría motivos para mentirme, me dice que es neumólogo, le creo.

Podría mentirme, o no, pero no en este caso cuando me comunica que en el interior de este mercado hay un terrible mal olor, que se produce por la falta de ventilación y aireación, le creo. Me habla, y podría creerle o no, de la contaminación y riesgo a la salud cuando las partículas odoríficas en suspensión pueden afectar a los trabajadores que permanecen en estos ambientes no exentos de peligrosidad. Le creo.

Le hago ver la necesidad de colocar una puerta en este lugar próximo, y por contestación que puede compartirse, o negarse, recibo en esta primera hora su parecer que no es otro que la extrañeza por que no exista, algo tan lógico como imprescindiblemente como una puerta necesaria, no solo por comodidad, mas por seguridad, y que no existan en el silencio de autoridades y placeros mas puertas y sobre todo que sean automáticas.

Puedo creerle o no, pero a primera hora compró medio kilo de jamón serrano de alta calidad, y es posible que vuelva algún día a pesar de que según me dijo y puedo creerle, o no, que había tenido que dejar su piso cercano e irse a vivir a otro lugar, solo por el terrible olor y los ruidos que se producen. Y crean que solo pude hacer para que vuelva algún otro día a este lugar inhóspito, laberíntico, poco amable, e incluso pestoso en su opinio, que se puede compartir, cuando el olfato no engaña, poder venderle un exquisito jamón serrano de alta calidad cortado en finas lonchas, y expresarle que le haría llegar su parecer que comparto a los responsables, y a los medios, lo mismo hacen alguna cosa, pero no parece probable, que sean capaces de advertir lo que si puede hacer el público, y eso parece que no es competencia de nadie.

Sevilla a 19 de septiembre de 2012

Francisco Rodríguez Estévez

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