viernes, 14 de septiembre de 2012

El diamante




Con la broca en la mano se dispone a tallarme uno de los pocos diamantes que aun me queda. Su experiencia le lleva a dar simplemente un toque para retirar una pequeña arista que se le producido justo en un lugar que no tiene demasiada importancia para ser un diamante de amalgama, y que por suerte, la fisura no ha afectado para nada al débil marfil que tan mal cuido.

La sesión dura unos pocos minutos, los que aprovechamos para recordar los casi cincuenta años de amistad, que tanto me valieron para conservar este tesoro que me cuida, y al que poco cuidado pongo.

Con el ruido de la fresadora bucal realizando el perfilado lubricando sus giros al chorro de agua, y con el tubo de succión alojado debajo de la lengua, mi amigo, entre adulaciones que por el cariño que me tiene, y como todo buen profesional que se precie en estos casos, como es tener un paciente en el sillón con la boca abierta, y que no le puede contestar, me habla en confianza. Sin duda es una actuación metodológica para restar la tensión que en ese lance se produce, y que dirán que saca a relucir, para calmar el momento, ¡efectivamente¡ lo de la puerta.

Mi buen amigo, con la convicción que le da saberse un hombre de éxito en todos los niveles de la vida, como hijo siguiendo la estela de su padre, como profesional de la medicina, como padre de una zaga que continuará en su buen saber, y sobre todo como persona, me habla de la puerta que tantas veces he venido diciendo que hace falta en lo de la Encarnacion, pero esta vez teniéndome imposibilitado para responderle, en vno intento no hace mas que advertirme, no cierres la boca, no hable, y sigue su monologo sobre las sobradas razones que entiende, posiblemente por la amistad, que hace que no dude en la necesidad de colocar una puerta nueva justo donde el tambien ha advertido que hace falta, y además, está convencido, acaso más que yo incluso, que esa puerta se acabará por abrir algún día. Lo mas seguro que tarde.

Aun no puedo levantar la cabeza del sillón, y continua lanzando rayos infrarrojos para secar el acido corrosivo que limpiara la superficie del marfil de mi canino reparado y que permitirá adherir la pasta especial, del mismo color que el resto de las piezas, y establece en su discurso lo importante que seria que la estatua de Ceres volviera a la Encarnación, ( ya les dije que es mi amigo).

Lo cual no hace mas que apoyarme de forma solidaria esta idea que esperemos que no tarden mucho en el Ayuntamiento en llevarla a cabo, pues me dice que es esto de la Diosa un tema que utiliza para contar a sus pacientes cuando los deja con la boca abierta.

Dicen que un diente vale más que un diamante, tesoro al que hay que cuidar durante toda la vida, pero en mi caso el diamante, no puede ser más que mi amigo, que para mi suerte pone mis palabras en su boca, mientra cuida la que tan abandonada tengo, por eso es doctor estomatólogo.

Sevilla a 14 de septiembre de 2012

Francisco Rodriguez Estevez

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