martes, 25 de septiembre de 2012

Detalles




Durante muchos años de los que allí existió una provisionalidad consentida, pues si no era cosa de mas de un trienio a cuento de que se permitieron, impasibles, que pasaran los lustros.

No parecía avergonzar a nadie llegar a la década, ¡que tiempo tan feliz! Las circunstancias habían creado la división y con menos, pensaron, se cabe a más. Aun no había aparecido la menor preocupación por salir, ni mucho que pasaran veinte años. Así llegaron hasta los treinta y ocho, los treinta y ocho que saltaron hasta la modernidad sin detenerse a reparar en ningún detalle. Todo por salir.

Aun siendo la provisionalidad un bindonville de tubos y chapas, que mas parecían jaulas, sin que en estas pudieran ser autorizadas para la vida animal estabulada, y que les digo de la salvaje, donde la euforia del principio pudo permanecer mas tiempo del posible por cuanto el tiempo se encargaba de eliminar a aquellos que su propia debilidad, o peores causas, le impidieron continuar, por lo que con sus luces pensaron que aun mas pastel cabía repartir. ¡Vendedores!

Un detalle en especial se había apoderado de aquel receptáculo anticomercial donde el reservorio de supervivientes se preparaba para resistir hasta el final, y era que muchos ya no recordaban como era la desaparecida plaza de abastos,(ahora solar que no avergonzaba a nadie) y era posiblemente eso lo que la había convertido en un lugar entrañable, y que solo, al final de su tiempo, entre el abandono con prisas y bullas, se despotricó de un lugar que tanto supuso en la vida de placero de la Encarnación, y que evidentemente se realizó por la exclusiva culpa de las malas decisiones de quienes tuvieron responsabilidad, y el consentimiento de los que lo permitieron.

En el laberinto que el destino de silencio llevó la responsabilidad, con su decisión, por cierto muy aplaudida por los placeros y los dirigentes de una cooperativa en descomposición, y que ahora podemos comprobar, que se trataba cuando menos de un gran desacierto, pues, a la nada ocurrió la temida espantada de aquellos que era de prever.

En la modernidad existen detalles que avergüenzan, mucho más que la decrepitud de la provisionalidad, sin ir mas lejos, hoy, un grupo de tres turistas inglesas de edad madura, pasaron por la desierta calle con la nariz tapada con sus dedos. No es ninguna broma. Puede ser que con la permanencia ya hayamos perdido la capacidad de olerlo, tal vez hemos acabado por acostumbrarnos al que se produce dentro, y es posible que todo sea por la falta de ventilación natural, motivo suficiente como para instalar cuando menos un par de puertas mas de las que dispusieron de una forma aleatoria y sin ningún estudio previo, para que de alguna forma se pudiera optimizar un recorrido en el mas absurdo de los diseños posible para realizar una plaza de abastos, mercado emblemático, que así le llamaron en la responsabilidad municipal, para mayor aplauso de los huidos.

Por quinta vez el tirador de la puerta de dos hojas se ha roto en el plazo de veinte meses, por sexta vez el pomo de la de los servicios, y ni se sabe cuantas veces fallaron las persianas, ni las innumerables averías en las vitrinas, y hasta se han sellado las grietas de las losas del poroso granito. Son detalles que mucho me temo que sea el tiempo, mal si nos crea la costumbre, quien tenga la solución.

Sevilla a 25 de septiembre de 2012

Francisco Rodríguez Estévez

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