Primer lunes
Cuando apareció la primera persona por la solitaria calle prácticamente
se estaba acabando la jornada laboral, y no fue precisamente un cliente al que atender,
la señora solo quería una información que le permitiera salir del laberinto.
Minutos mas tarde llegó un grupo de ellas que no encontraban
donde estaban los servicios. Después de cuatro horas cavilando si merecería la
pena permanecer con el negocio abierto, más
convencido de que la venta de este
primer lunes se había perdido totalmente, y cuando tenía la decisión de que el próximo
lunes no merecería la pena levantar la persiana, pues vino a comprar una turista. El primer cliente.
Durante toda la mañana fueron múltiples las personas que,
desde el exterior buscaron la puerta de entrada donde no la pusieron, y en el
laberinto de puestos vacíos, no fueron pocas las que se volvían para dar otra
vuelta de desorientación sin encontrar la salida.
Desde primera hora, los proveedores intentaron hacer una
venta que con las perspectivas del presente se hacen harto difícil llegar a
comprarles.
A las siete de la mañana, como cada día, se despierta el
monstruo, pocos minutos antes lo hizo la indigencia. Nadie diría que tiene
ochenta y ocho años, una copa de cazalla me cuesta comprobarlo con documentación
acreditada. Quien lo diría. Se le ve muy deteriorado, como si fuera de
cincuenta, al que los tetrabrikes le hubieran envejecido.
Me cuenta que lleva veinte años durmiendo en la calle, que
vive de la chatarra y que tiene ocho hijos de los que no quiere saber nada.
Muestra la arrugas
del tiempo que para nada le afectó a una abundante cabellera negra que esconde
en una gorra. Afirma que el secreto está en dormir en el suelo, y se vanagloria
de que nunca enfermó. Se le ve aseado, nunca habia reparado en su presencia,
pero desde hace años vive alrededor de esta plaza de abastos que le acoge, y
utiliza para la higiene personal.
Saca un rulito de billetes, para pagar otra copa, dice de
una buena operación que realizó días atrás, con las que ayuda a la pension no
contributiba.
El lunes la venta no superará lo que se puede calcular en la
masita del chatarrero. En el bar se comenta de que hace años que no come nada
solo bebe, y no es que le falten piezas, que las tiene todas, si no que además
para demostración de la fortaleza dental que la genética le proporcionó, hace varios alardes desmesurados, muerde
distintos elementos de gran dureza, y lanza bocados, dientes contra dientes, mostrando
una boca que nunca llegó a ver un cepillo, lo que dejan en evidencia los
cuidados que le presto a la endeblez de marfil que tanto me lleva costado para
tener mi dentadura a duras penas,
cepillados y colutorios, en condiciones.
A última hora, antes del cierre, le veo como buscando una
sombra para sestear los destilados que pudo ingerir, en esta jornada de vacaciones
que se permitió sin buscar chatarra.
Atiendo a un ultimo cliente en esta lamentable jornada, y le
veo a lo lejos como consigue meterse en
una caja de cartón, y desaparece bajo los vuelos de la escalera, justo donde
los que quieren entrar buscan una puerta.
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