jueves, 10 de noviembre de 2011

Mas de diez meses

La risa

A pesar de que aquello aun causa risa a cuantos intentan encontrar una puerta inexistente, justo en el lugar que aparentemente el sentido común, y la desorientación aconseja, a mí ya tanta gracia solo me produce repugnancia.
Diez meses es tiempo suficiente para, de haber querido, de haber tenido criterios comerciales, de haber tenido sentido común, de haber tenido voluntad, de haber tenido los deseos de rectificar ese mayúsculo error, que esta puerta se hubiera abierto a la travesía central, para principalmente darle el sentido comercial al espacio, mejorar la circulación en el laberinto de calles plagadas de obstáculos y sin señalización de las salidas, a todas luces mal planificadas, dotar de un mejor punto de evacuación, y por consiguiente una entrada mejor ubicada que las existentes, y que por lo tanto esta de nueva creación tendría que ser adaptada a las personas de diversidad funcional, que son aquellas que utilizan un vehiculo, bien eléctrico o de cadenas, para sus desplazamientos, que con las actuales, abiertas a medias hojas, les imposibilita el libre acceso a un edificio municipal.
Todo parece indicar que este sistema es obligatorio, pero igual de obligatorio era el reglamento de mercado, incluso las normas higiénicas del suelo en las instalaciones alimentarias, lo mismo de obligatoria que la sostenibilidad, recomendación realizada tanto por Barak, y Rodríguez, para el ahorro energético, y articulada en la Ley FERAEE. ¿Para que sirve la obligación? (si no se cumple).
La risa sigue, y de que forma, al punto que podría avergonzar a todo aquel responsable que debería de acercarse, al menos para sentir la vergüenza ajena desde la irresponsabilidad, aunque solo fuera para asumir la que le cause comprobar in situ lo que cada día en inútil intento suelen largar cuando advierten que allí no hay puerta, especialmente acordándose incluso de los familiares, antes de la risas.
Resulta increíble lo que puede causar esa broma continua cuando se acrecienta día tras día, por algo tan repugnante, que basta tan solo comprobar que evitar las obligaciones, en esta ciudad, sirve de risa.
Sevilla a 9 de Noviembre de 2011
Francisco Rodríguez Estévez

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