viernes, 11 de noviembre de 2011

Junto al cartel

La novia

Hasta ahora, normalmente los sábados, y algunos viernes, podía contemplar el paso de los invitados de las distintas bodas que en los templos de las cercanas feligresías se celebran. Gracias a la panorámica de la gran ventana que me permite visualizar todo lo que pasa, se observa la tendencia en los tocados, la moda de los engalanados vestidos, los tacones de aguja a juego con el color, los bolsos de mano, así como también los mal que les quedan a la mayoría los frac alquilados.
Hoy en la barreduela de cristal, ese “tholos” en el quedará entronizada la diosa Ceres, una “virgen” ha llegado, vestía palabradehonor con cola, de un blanco degradado, con tocado formado por un velo de encaje con un tono mas cremita que arrancaba de la cascada de falsos tirabuzones que peinaba, y que posiblemente en la ceremonia luciera una tiara, o diadema.
El nuevo matrimonio gira de felicidad en el cilindro de cristal donde hay aparcada una vespa negra, (¿un augurio?) El caso es que en su felicidad del momento eligieron aquel lugar, santuario de Ceres, para su reportaje fotográfico, luego subieron a lo de las setas, y dicen que dejaron un candado cerrado en los barrotes, ya que en el puente de Triana como que los quitan, y en lo de las setas esto mismo, si se hace costumbre, además de atraer a lo amantes de todo el mundo candado en mano con su compromiso de fidelidad, lo mismo se hace atractivo turístico. (Idea gratis para la concesionaria)
La “virgen” realizaba sensuales movimientos en los que buscaba encontrar los escorzos cinematográficos ideales de la muerte para el book de su gran día, y su amantísimo y paciente esposo aguantando el tiron con las poses adoptadas por su enamorada señora, ahora con los brazo abiertos, ahora con el velo al viento, ahora despeinándose, ahora como buscando algo, y mira por donde acabaron justo haciéndose la ultima foto junto al cartel, ese que dice que efectivamente aquí falta una puerta.
Unas horas antes tuvo a bien la siempre esperada visita de la responsabilidad, creo que máxima en este asunto de la puerta, y todo parece ser que hay mas demanda de puertas que de puesto, y la verdad ,que no se cual puede ser el problema. ¿Abrir puertas?
Todo radica, y es fácil comprobarlo, que como las que se colocaron estuvieron instaladas con tanto desacierto que lo que procedía era cambiarlas de lugar y adecuarlas a las verdaderas necesidades que el espacio requiere para optimizar un inexistente recorrido comercial que, por el disparatado diseño, ha quedado limitado a una sola calle, si bien existen un par de travesías, que en un segundo termino tienen su aceptación, pero el resto, ya me dirán. Cuatro son calles vacías, y dos muy mal ubicadas.
Cierto es que al no poderse rectificar, solo por lo costoso que puede resultar, pues técnicamente es algo tan sencillo, como desplazar dos, de las cuatro, puertas existentes en la sinuosa calle, ahora mercadillo dominical de artesanías, para enfrentarlas con los espacios donde existen calles transversales, y aprovechar el cambio para instalar ventanas superiores abatibles para la renovación de aires.
Por otro lado parece que otros vendedores del mercado quisieran disponer de una puerta cercana a sus puestos, (antes de que dejen de serlo), y si ellos lo demandan seguro que no les faltaran razones, pues con toda seguridad abrir cuantas puertas se puedan facilitaría de tal manera al publico el acceso que el mercado pasaría a formar una parte de mas de viario de la ciudad, mercado abierto y seria utilizado para cruzar, de un lado a otro, de izquierda a derechas, de levante a poniente, de Norte a Sur, de Laraña al Coliseo, de Imagen a la Venera, de Regina al pasadizo Sur, y cuando menos dejaría de ser un laberinto, e incluso las personas mayores, no se marearían buscando la salida, y los minusválidos dejarían de tener esa enorme dificultad para poder abrir desde el carrito una pesada puerta doble donde dos hojas permanecen cerradas.
Tengo la impresión de que la responsabilidad tiene hoy, el mismo convencimiento, lo que me hace pensar que se abrirán nuevas puertas, a menos, cosa que creo improbable, que lo que se quiera es que se sigan cerrando puestos, y la responsabilidad ha dicho que, como la maquina, se ha dicho la verdad.
Sevilla a once del once de once
Francisco Rodríguez Estévez

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