viernes, 7 de mayo de 2010

Vino, con papeles

Vino

Vino, para parecer “Salvador”, pero no pudo ser, aunque por aquel tiempo la Encarnación aparecía descarnada por la tropelía de los sin papeles. Llegó con la teoría de las capas de cebolla, y sin garantías de impedir el gran aparcamiento, pues, sin confianza aparente, y sin ilusión, se hacia difícil verle esforzar el ritmo por encontrar a la Hispalis, hasta que aquel día se produjo, incluso a su pesar, el encuentro que pocos esperabamos, ya que salvado por Roma, el mercado pasaría a la superficie, y los coches no formarían un tapón en la estrechez de su única entrada.
Vino, con aura mística, como estigmatizando, haciendo sangre en lo de la Encarnación, aplicando nueva metodología y técnicas que, más que reconstructivas, fueron aparentemente amputadoras, cuando en el vacío de su colmatado laberinto no quedo piedra sobre piedra.
Cuando vino la ministra Calvo, ¿claro?, se le entendió que, de toda la vida la “colonia es la colonia” y a ti te encontré en la calle, que no era plan de mover de aquí para allá, con lo serio que se estaba poniendo la cosa del ladrillo, y vete a saber por lo que viene a salir la emblemata de trencadis de la casita, si resulta ser esta de cuando la potente aristocracia tardorromana estaba afincada en lo de la Encarnación, poco antes de los tiempo de Teodosio, esquina a San Vicente.
No fueron palabras regaladas, ni faciles, para quien viene a decirlas y en lugar de ser recibida con el agasajo de quien le regala a la ciudad parte de su historia, y resulta que los aleccionados vendedores, con pensamiento fenicio, mas que romano, le tenían preparada una acogida de titular de prensa. Más mercado y menos arqueología.
Aunque no acertaron, al tiempo de abucheo y bulla que le lanzaron, algo ovoide, ¿claro? Consistente y blanco, también paso sobre volando su cercanía pero afortunadamente el precioso vestido de topos azules se mantuvo inmaculado.
Nada le importó a la intrépida pisar la solería de aquella casa de los nudos (y desenlaces) para dejar el mensaje alto y claro,¿calvo?, las casa son patrimonio de todos y a todos nos corresponde disfrutarlas, justo en el mismo lugar en el que la hemos heredado, pues aquello no tiene otro sentido que “al Cesar, lo que es del Cesar” y no es de recibo que después de la “caída” las casitas romanas, queden como que las construyeron cuando Romaiquilla estaba antojadiza.
En el juicio la séptima expedición, tiene los papeles en regla. Permisos y mas premisos para desmontar el pasado mientra las grúas sobrevuelan sin pausa y la maquinaria pesada agujerea sin piedad el gruyere “mozzarella” para que no quede sabor ni del garum, ni de la gandinga por mas que algún centurión vendiera casqueria en la Encarnación. Las casitas romanas, no son inmuebles, patrimonio, si. ¿Claro?, como que no esta calvo.
Nada que decir de las expediciones anteriores, seis expediciones, seis. Desde que mi amigo Javier encontrara el suelo de la casa, como quien encuentra la salvación del mercado, hasta la fecha con anuncio de enterramiento, hasta que desaparece la madrassa, el palacio, el convento, el mercado, algo así como diecisiete siglos, apenas tenemos constancia de lo conservado, y si tuvieron los papeles tan en regla, como para poder destruir lo que haga falta con tal de que las enormes vigas vierendeel sujeten la insostenibilidad de unas setas que fueron imposible y a fuerza de empeño si nadie lo evita serán realidad, tan solo por que tenia papeles. Papeles, y más papeles. Mi amigo el viejo profesor de la Universidad de Sevilla, me da la clave, “in vino veritas”, que no significa que quien vino dijo la verdad, que estaba en lo cierto, pero que no es eso, o que no mentía, que tampoco. La cosa es mas sencilla, “En el vino está la verdad”. Y es que para saber lo que pasó, pasa, y pasará en lo de la Encarnación, todo sabemos que si no lo averigua el vino, la cosa fue del que vino.
Sevilla a 7 de Mayo de 2010
Francisco Rodriguez Estevez

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