Me quiere, no me quiere
Como adolescente, impaciente espero que llegue la tarde noche para hacer lo que se llama chatear con ella, y que evidentemente no es chocar las narices, como esquimales, ni tomar “chatos de vino”, que se bebe al servirse en vasos cortos. Chatear es hablar a través de Wapsap, una cosa fantástica que permite hacerlo escribiendo, oralmente y también escribir hablando, todo un peligro pues debe de realizarse muy lenta y claramente so pena que el artilugio te escriba lo que le plazca y entonces se genera un dialogo al que ella dice ozores, porque no hay quien lo entienda.
Es lo que antes, y me remonto más de 60 años atrás, podía ser pelar la pava, ahora cada uno en su casa, pues así lo permite el invento, el caso es que aun no me ha dicho si le gusto, aunque sea un poquito, y yo ya hago tonterías solo por verla.
Hoy me ha puesto a prueba, pero mereció la pena tomar juntos una cerveza en una terraza, y que no protestara al camarero cuando me cobraron cuatro euros por una caña, me sentía feliz.
Venia esto de la comunicación que realizamos en libertad, y que más parece furtiva, y con nocturnidad, donde ni hacemos más planes que encontrar la manera de merendar una tarde, aunque fuera acompañada por alguno de sus once nietos y nietas, no así los biznietos que son aun pequeños para hamburguesas.
El caso es que al hablar para que quedara la conversación escrita hace más ilusión. Mi móvil, acaso por mi atropellada forma de hablar, elaboró un dictado en el que no había manera de que ella pudiera entender nada de lo que ni yo mismo era capaz de descifrar.
La risa en la lectura impedía hablar de nada pues entre mi gordísimos dedos pulsando el minúsculo teclado aun hacia el dialogo ozores un verdadero gag de comicidad en la dorada edad que disfrutamos.
En la discreción de esta conversación donde puede que esté presente alguno de sus nietos, ocurre que la voz del televisor se entra en la conversación y ya se hace imposible (por las risas del disparate) que algo se nos entienda, no importa, creo que “no estamos locos, sabemos lo que queremos” .
Sin duda estamos por suerte bastante bien en todos los aspectos, ella es fantástica, yo aun mantengo el “tipo” a duras penas, sí, tenemos esas cosas que solo pueden tener los de los nuestros, y quedan pocos, por lo que el dialogo ozores cada noche es como pétalos de una margarita de incertidumbre, en sus risas, en su humor, en su gracia que me lleva a la cama para que mañana amanezca antes y vuelva una nueva tarde y volverle a preguntar si le gusto aunque sea un poquito. Las hijas me dijeron que tuviera paciencia.
Sevilla a 10 de Abril de 2025
Francisco Rodriguez Estevez