viernes, 22 de agosto de 2025

Es ella

Cuando lo sentí, supe que era la mujer maravillosa a la que no tuve oportunidad de conocer, habiéndola perdido, ahora que la ocasión apareció como un zarandeo al alma, me di cuenta de que además era, como decía su nieta de su abuela, que era santa.


Lo creo, pues ya gana el cielo quererme ese poquito, solo eso que ni merezco  y da muestra de su enorme corazón y de su generosidad, más cuando es capaz de ofrecer amor a quien, siempre confundido, no llegó a encontrar lo que de corazón ofrece. 

Ocho meses de octogenario paseante soñando ambrosias inalcanzables del árbol prohibido, razón suficiente de la inmadurez egocéntrica de quien no compartió nada porque nunca lo tuvo, ni sabe lo que es.

Si su nieta escribió que su abuela es santa, la creo, tiene la sonrisa del perdón y una mente tan ocupada que no la distrae los enfados infantiles de amoríos más propios de una lejana juventud que de una senilidad que sueña galopes sin bocado, en dorada yegua de doma clásica con saltos de verticales  y muro  de oxer inalcanzables.

Muchas noches de sueño equivocados en el deseo para llegar a su corazón por la manera que lo hacía imposible, y su extraordinaria  personalidad ha parado el sueño con un despertar de realidad, donde el cerebro piensa  con la meridiana claridad que lo hace, nada de enseñanzas al necio, mas le deja que vea en su ejemplo el raciocinio de compartir la levedad del ser en el dorado ocaso de un cauce de amor que se desborda a su paso.

De que obra cosas sorprendente no me cabe ninguna duda, lo sé en mi. Nada de lo que ha ocurrido lo hubiera ni remotamente creído que  me sucediera, pero hasta el terrible dolor de una pieza dental extropeada me pudo aliviar pensando que me deseaba alivio, y este fue inmediato. Y no eso solo, algo especial me permitió ver luces en los cielos  de la madrugada. Su nieta lo sabe.

Sevilla a 22 de Agosto de 2025

Francisco Rodriguez

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