jueves, 1 de agosto de 2013


Dentro del laberinto

En este día que inicia Agosto apenas pasa nadie por la calle que me ofrece la enorme cristalera.  En el interior del laberinto la afluencia de público es minima, y se advierte la soledad de las vacaciones, o puede que sea hoy por causa de las explicaciones inexplicables de las distracciones de muchos millones de dinero público, el que la excelentísima tuvo a bien calificar que tal dinero no es de nadie. En la calle desértica de la puerta inexistente ni les cuento.

Se hace larga la jornada cuando no aparece la venta, pero que se puede vender cuando lo que se ofrece no lo puede ver nadie, pues la luz actúa en el cristal de las vitrinas como espejos y en lugar de perniles de la sierra norte, y chuletas de ternera blanca, si alguien mira, en su lugar observara, la terraza lavadero de la casa de la esquina, y la fronda del único árbol que queda en lo que fuera placita de salón, que la perimetraba diez sombrillas chinas.

Evidentemente no puedo coger con lazos a los pocos clientes que pasan sin detener la mirada, pero podría colocar una pequeña cortina que pudiera solucionar el problema de la luz, y acaso se fijarían en las excelencias que se muestran.

Vendría fenomenal poder colocar unas series de tubos fluorescente especiales, pero no hay manera de que lo autoricen, por aquello de una uniformidad que nunca ha existido. Lo que son las cosas, decididamente hacenloimposible, o cuando menos no ayudan.

Da tiempo para pensar en soluciones para mejorar comercialmente un espacio que empieza a degradarse tanto en los aspectos de las instalaciones, con puertas rotas que no se reponen, como donde deberían de abrirse cuando menos una automática en la travesía central para cumplir con la Ley de Accesibilidad, mejorar la luminosidad en los pasillos, como  otras cuestiones en especial las que competen a los propios placeros para discernir la competencia en lo particular, en lo comunal y lo general y diferenciar lo publico común y lo publico general.

Los aspectos comerciales y de competitividad en el sector, cosa difícil donde existe tantos años de experiencia efectiva y también obsoleta, deberían de partir de las responsabilidades, implicadas en el mejor uso y  optimización de rendimiento, por ser las que tienen, al menos eso creo, el mayor interés en que aquello se mantenga en el tiempo, cátedra aparte.

Hoy quien tiene tratamiento de ilustrísima estaba distraído en la barra del bar, no me quedo otra  para aprovechar que abordarle  una vez que se encontraba dentro del laberinto, hacerle ver entre otras cosas, que esto debe de tener una salida y que sobradamente se sabe cual es el mejor lugar para colocar la puerta automática para al menos cumplir la Ley de  la accesibilidad.

Creo que me pasé mostrándole tantas cosas por modificar, debido a la pésima realización llevada a cabo, pero lo de la puerta  como no podía ser de otro modo lo sufrió en sus carnes, pues cuando intentaba abandonar el galimatico recinto advirtió que no encontraba la salida, y precisamente donde creyó que la encontraría se dio con la puerta inexistente. Me ha dicho que transmitirá esta experiencia y todo lo que me oído a los responsables. Un correo más.

Sevilla a 1 de agosto de 2013

Francisco Rodríguez

 

No hay comentarios: