Dentro del laberinto
En este día que inicia Agosto apenas pasa nadie por la calle
que me ofrece la enorme cristalera. En
el interior del laberinto la afluencia de público es minima, y se advierte la
soledad de las vacaciones, o puede que sea hoy por causa de las explicaciones inexplicables
de las distracciones de muchos millones de dinero público, el que la excelentísima
tuvo a bien calificar que tal dinero no es de nadie. En la calle desértica de
la puerta inexistente ni les cuento.
Se hace larga la jornada cuando no aparece la venta, pero que
se puede vender cuando lo que se ofrece no lo puede ver nadie, pues la luz actúa
en el cristal de las vitrinas como espejos y en lugar de perniles de la sierra
norte, y chuletas de ternera blanca, si alguien mira, en su lugar observara, la
terraza lavadero de la casa de la esquina, y la fronda del único árbol que
queda en lo que fuera placita de salón, que la perimetraba diez sombrillas
chinas.
Evidentemente no puedo coger con lazos a los pocos clientes
que pasan sin detener la mirada, pero podría colocar una pequeña cortina que
pudiera solucionar el problema de la luz, y acaso se fijarían en las excelencias
que se muestran.
Vendría fenomenal poder colocar unas series de tubos fluorescente
especiales, pero no hay manera de que lo autoricen, por aquello de una
uniformidad que nunca ha existido. Lo que son las cosas, decididamente hacenloimposible,
o cuando menos no ayudan.
Da tiempo para pensar en soluciones para mejorar comercialmente
un espacio que empieza a degradarse tanto en los aspectos de las instalaciones,
con puertas rotas que no se reponen, como donde deberían de abrirse cuando
menos una automática en la travesía central para cumplir con la Ley de Accesibilidad, mejorar
la luminosidad en los pasillos, como otras cuestiones en especial las que competen
a los propios placeros para discernir la competencia en lo particular, en lo
comunal y lo general y diferenciar lo publico común y lo publico general.
Los aspectos comerciales y de competitividad en el sector, cosa
difícil donde existe tantos años de experiencia efectiva y también obsoleta, deberían
de partir de las responsabilidades, implicadas en el mejor uso y optimización de rendimiento, por ser las que
tienen, al menos eso creo, el mayor interés en que aquello se mantenga en el
tiempo, cátedra aparte.
Hoy quien tiene tratamiento de ilustrísima estaba distraído en
la barra del bar, no me quedo otra para
aprovechar que abordarle una vez que se
encontraba dentro del laberinto, hacerle ver entre otras cosas, que esto debe
de tener una salida y que sobradamente se sabe cual es el mejor lugar para
colocar la puerta automática para al menos cumplir la Ley de la accesibilidad.
Creo que me pasé mostrándole tantas cosas por modificar,
debido a la pésima realización llevada a cabo, pero lo de la puerta como no podía ser de otro modo lo sufrió en
sus carnes, pues cuando intentaba abandonar el galimatico recinto advirtió que
no encontraba la salida, y precisamente donde creyó que la encontraría se dio con
la puerta inexistente. Me ha dicho que transmitirá esta experiencia y todo lo
que me oído a los responsables. Un correo más.
Sevilla a 1 de agosto de 2013
Francisco Rodríguez
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