lunes, 26 de agosto de 2013


 Sueños

 

Bajo los soportales, tomados como dormitorios, la imagen refleja una situación desesperada. Entre cartones, aliviando el frio del relente con el calor que le proporcionan los perros, fieles acompañantes, las miserias pasan las noches.

Con las claras del día como despertador, van espabilando del sueño reparador, y desperezan sus entumecidos músculos contraídos, para recoger lentamente sus pertenencias antes de encontrar en la samaritana fuente un mínimo aseo.

Hasta una veintena de personas se pueden contar en esa larga habitación común, falansterio de Imagen, donde la pobreza viene ocupando las precarias camas de un duro suelo. Es la indigencia. Un estado social del que cuando se entra,  es casi imposible salir, pero que abre las puertas de par en par a otros peores, diabólicos infiernos que no tienen salidas.

La falta de techo, es una dificultad añadida para la contratación laboral, más cuando los índices de desempleo crecen, y para optar a una escoba, lo de menos es saber barrer, cuando se hace necesario poseer un currículo académico.

No lo tienen fácil. Adelantándose al futuro, volvieron al pasado. Se convertirán en el hombre del saco que tanto asustaba a los niños que ahora somos abuelos, por que en el saco está toda la esperanza de seguir un día más,  para poder salir, y solo llevan lo que tienen, lo que encuentran, y  por no tener ni donde dejarlo, siempre lo llevan a cuestas.

En la calle porticada de un ensanche imposible, la indigencia duerme a la espera de que la epatante cubierta pueda servirle de techo.

 En la demora, como temiendo que nunca pueda acceder al futuro, la mente y el tetra brik,  juega malas pasadas y en la duermevela retiene en la pupila la imagen de un monstruoso espectro de dos ciclópeos cilindros de hormigón, acaso fue lo ultimo que pudo ver  antes de acabar por arder en llamas como un bonzo

Noviembre de 2007

Francisco Rodríguez Estévez

 

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