sábado, 24 de agosto de 2013


 
Succionado
 
Cuando me di cuenta me encontraba dentro del tholo. No me podía creer como había caído en la embeleco de la puerta inexistente.

Ni me explico como pudo suceder. Regresaba al laberinto por la Venera, y  a pesar de la dificultad que ejerce los cristales para poder ver el galimatico interior, podía intuir  donde se encontraba el lugar exacto que me hace ver este lado cada día, para contar cuantas personas, como me estaba ocurriendo, son succionadas por la trampa del capricho del alemán, siempre aplaudido, y nunca solucionado.

Era tan lógico que sucediera tal cosa, como lo demostraba la evidencia, pues es una disposición natural la que hace que se busque precisamente en ese  lugar una puerta. Pero el alemán debió de tener la mente lucida en el capricho, cuando estaría pensando en cobrar,  y es mas que posible que en el Ayuntamiento se estaba en no enfadarle, temiendo que con la tontería de la Ley de la Accesibilidad en vigor, apareciera un  modificado mas, y a ver de donde se saca de la manga el doctor, agotado el voto de calidad, la partida para cubrir los nueve mil euros de la puerta, doce mil  la automática,  cuando las cuentas disparadas, van por ciento ocho millones de euros. Nanay, que venga otro y lo arregle.

Por fortuna nadie me vio entrar en aquella lagrima de vergüenza , a modo de fanal, que el ratón dibujo en el arabesco de curvas de la pantalla del ordenador, para la creación de semejante patochada, y como disimulando acerqué la cara al crista, como hacen los incautos, para ver la travesía central colmatada de entorpecedoras columnas revestidas de fenólico, a fin de restarle la diafanidad que se hubiera logrado con un mejor diseño.

Por suerte en ese espacio perdido, donde estaba prevista una de las fuentes bultos, no llegaron a instalarla, ni tampoco realizaron un  parterre ameba donde el arbolito hubiera tenido los días contados, ahora convertido en trampa a la lógica, permite que todos los días alguien se acuerde del alemán y de muchas mas gente.
Debieron ser los efectos de la absorción que aquello produce, pues también me ocurrió que recordando a mas de tantos, ahora irresponsables, me acorde de otros mas que decían querer tanto a la Encarnación y a sus placeros, que como podeis imaginar se quitaron rápidamente de en medio.

Sevilla a 24 de Agosto de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

 

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