Succionado
Cuando me di cuenta me encontraba dentro del tholo. No me podía
creer como había caído en la embeleco de la puerta inexistente.
Ni me explico como pudo suceder. Regresaba al laberinto por la Venera , y a pesar de la dificultad que ejerce los
cristales para poder ver el galimatico interior, podía intuir donde se encontraba el lugar exacto que me
hace ver este lado cada día, para contar cuantas personas, como me estaba
ocurriendo, son succionadas por la trampa del capricho del alemán, siempre
aplaudido, y nunca solucionado.
Era tan lógico que sucediera tal cosa, como lo demostraba la
evidencia, pues es una disposición natural la que hace que se busque precisamente
en ese lugar una puerta. Pero el alemán debió
de tener la mente lucida en el capricho, cuando estaría pensando en cobrar, y es mas que posible que en el Ayuntamiento se
estaba en no enfadarle, temiendo que con la tontería de la Ley de la Accesibilidad en
vigor, apareciera un modificado mas, y a
ver de donde se saca de la manga el doctor, agotado el voto de calidad, la
partida para cubrir los nueve mil euros de la puerta, doce mil la automática, cuando las cuentas disparadas, van por ciento
ocho millones de euros. Nanay, que venga otro y lo arregle.
Por fortuna nadie me vio entrar en aquella lagrima de vergüenza , a modo
de fanal, que el ratón dibujo en el arabesco de curvas de la pantalla del
ordenador, para la creación de semejante patochada, y como disimulando acerqué
la cara al crista, como hacen los incautos, para ver la travesía central colmatada
de entorpecedoras columnas revestidas de fenólico, a fin de restarle la
diafanidad que se hubiera logrado con un mejor diseño.
Sevilla a 24 de Agosto de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
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