Al pairo
Tal cual fuera una nave esperando que la mar y los vientos
vuelvan a ser favorables, a los placeros esta se la trae al pairo. Lo peor es
que aun no se han dado cuenta de que ni hay viento, ni esto es una embarcación,
pero que son muy peligrosas las aguas en las que están navegando, y por lo
visto no se piensa en nada para evitar el posible “hundimiento”, o al menos hacer
algo para mantenerse a flote, y en todo caso tener una tabla a mano.
Seguir al pairo es una decisión acertada en la incertidumbre
de los elementos, en la que toda la tripulación tiene que estar preparada para
el menor indicio de cambio y poder salir rápidamente de la situación, mas si se hace
desesperada la espera, pues si no se vislumbra la costa, por mas que las cartas de navegación
indique la situación, cabe la posibilidad que se pierda el rumbo, y lo que es
peor se pueda llegar a quedar a la deriva.
Lo de la
Encarnación no es una nave, si acaso sea como una plaza de abastos, pero hace tiempo que perdió la
hoja de navegación, y aun más, que si hubiera sido buque insignia del tiempo rosa, se advierte claramente
que no era de los vientos, cuando va surcando sin patrón.
Todo hace indicar que no están los objetivos de esta
singladura bien trazados en las cartas, y menos aun las responsabilidades, pues
no caben dudas de que lo que suceda no será solo culpa de la marinería, teniendo
en las oficinas a los armadores, y a los consignatarios, jugando a barquitos, y
que decir de todos aquellos que llevan entorchados de dorados sueldos para lucirlos a
babor y a estribor, para que todos lo vean desde la popa hasta la proa en
continuos paseos que se me antojan inútiles. No hay nada peor en la ignorancia, como
lucir galones.
Al pairo, es sin duda un acierto como medida de transición,
de espera, de calma tensa para cuando cambie las circunstancias, una decisión que,
mal tomada, no hace que se exculpe a quienes se cubren la cabeza con la gorra de mando para que se le vea
lucirla en el puente, ni tampoco a los que se lo permiten. La nave va.
Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velum umbra. Se va
el tiempo, como las nubes de la tormenta, como nave bajo la sombra, y los
placeros, es de intuir, que esperan que alguien les cambie su destino, como si de
ellos no lo fuera.
Cada día que pasa no pasa nada, solo que pasan los días, en
la calma chicha interminable de lo incierto dentro de la modernidad, y su
laberinto. ¿Cuándo soplara Eolo?
Lo mismo debe de suceder en la patera al vaivén de las miasmas, cuando hacinados ansían
divisar la costa, o al menos ser avistados por la Cruz Roja. Todos
salvados.
Sevilla a 29 de agosto de 2013
Francisco Rodriguez Estevez
No hay comentarios:
Publicar un comentario