jueves, 29 de agosto de 2013


Al pairo

 

Tal cual fuera una nave esperando que la mar y los vientos vuelvan a ser favorables, a los placeros esta se la trae al pairo. Lo peor es que aun no se han dado cuenta de que ni hay viento, ni esto es una embarcación, pero que son muy peligrosas las aguas en las que están navegando, y por lo visto no se piensa en nada para evitar el posible “hundimiento”, o al menos hacer algo para mantenerse a flote, y en todo caso tener una tabla a mano.

Seguir al pairo es una decisión acertada en la incertidumbre de los elementos, en la que toda la tripulación tiene que estar preparada para el menor indicio de cambio y poder salir rápidamente de la situación, mas si se hace desesperada la espera, pues si no se vislumbra la costa, por mas que las cartas de navegación indique la situación, cabe la posibilidad que se pierda el rumbo, y lo que es peor se pueda llegar a quedar a la deriva.

Lo de la Encarnación no es una nave, si acaso sea como una plaza de abastos, pero hace tiempo que perdió la hoja de navegación, y aun más, que si  hubiera sido buque insignia del tiempo rosa, se advierte claramente que no era de los vientos, cuando va surcando sin patrón.

Todo hace indicar que no están los objetivos de esta singladura bien trazados en las cartas, y menos aun las responsabilidades, pues no caben dudas de que lo que suceda no será solo culpa de la marinería, teniendo en las oficinas a los armadores, y a los consignatarios, jugando a barquitos, y que decir de todos aquellos que llevan entorchados de dorados sueldos para lucirlos a babor y a estribor, para que todos lo vean desde la popa hasta la proa en continuos paseos que se me antojan inútiles. No hay nada peor en la ignorancia, como lucir galones.

Al pairo, es sin duda un acierto como medida de transición, de espera, de calma tensa para cuando cambie las circunstancias, una decisión que, mal tomada, no hace que se exculpe a quienes se cubren la cabeza con la gorra de mando para que se le vea lucirla en el puente, ni tampoco a los que se lo permiten. La nave va.

Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velum umbra. Se va el tiempo, como las nubes de la tormenta, como nave bajo la sombra, y los placeros, es de intuir, que esperan que alguien les cambie su destino, como si de ellos no lo fuera.

Cada día que pasa no pasa nada, solo que pasan los días, en la calma chicha interminable de lo incierto dentro de la modernidad, y su laberinto. ¿Cuándo soplara Eolo? 

Lo mismo debe de suceder en la patera al vaivén de las miasmas, cuando hacinados ansían divisar la costa, o al menos ser avistados por la Cruz Roja. Todos salvados.

Sevilla a 29 de agosto de 2013

Francisco Rodriguez Estevez

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