miércoles, 27 de agosto de 2014


El servicio

 Ahora que han pasado los años, aun le veo, a Dios gracias, que no sin dificultad puede pasear por esta travestida plaza municipal de abastos, y aunque sus piernas no están para llevar a cabo ningún servicio en esta, cosa que le seria tan fácil, por su saber,  que hasta sentado procedería.

Pero no es este el motivo de querer recordar un tiempo pasado donde en la Encarnación, como punto de encuentro era en muchas ocasiones el punto donde se finalizaba, por muchos motivos y circunstancias, el  temido servicio que la inspección de la delegación de consumo llevaba, en difíciles momentos, pero con gran acierto.

Era evidente que no siempre podían soslayar lo evidente, y menos consentir el abuso de confianza con los placeros, lo que le llevarían a perder la autoridad que hacían gala, pero sin alharacas, pues cada uno sabía el sitio y el de los demás.

Aunque las piernas van retrasadas con respecto a la memoria, solemos rescatar en las ocasiones que podemos hablar de plaza de abastos, y no de esta patochada, que de haber estado en activo difícilmente podía haberse inaugurado.

Ahora que los vendedores idealizados por los años nunca fueron lo que eran, y los inspectores de consumo, mas de lo mismo, al menos mi amistad se ha fortalecido con Enrique Gavira, acaso por que no hemos perdido el contacto ocasional.

Nuestro recuerdo  se encamina hacia aquellos vendedores espabilados, con engaños imposibles, y las actuaciones lógicas pero difíciles de entender entonces, cuando el tiempo de los miedos era un bolígrafo.

Aunque tuve algún roce con algunos de los que ni pienso dedicarle una sola letra, estas solo quieren recordar en justicia acaso a los inspectores que aplicaron mas el sentido común que el reglamento, por cierto, tan desconocido como inexistente, que se aplicaban desde el año 1929, como referencias sanitarias y medidas en para la exposición universal, y con algún añadido de post guerra, sobre la aplicación de márgenes, el control de los sobrantes, y las tasas de los productos que la administración disponía, lo cual en ocasiones era una ruina para los vendedores, que agudizaban el ingenio, no pueden imaginar de que manera, para poder sacar una miseria.

Mi recuerdo para el cuarteto de inspectores, acaso más duro y a la vez más condescendiente con la situación económica del momento, Luciano, y Luis Zabala, este segundo tengo noticia de su fallecimiento, y del primero la última vez que le vi estaba enganchado en la ludopatía de las maquinas, casi irreconocible.

La segunda pareja,   Pepin Alarcón, que además era pintor de cuadros hombre tranquilo y tolerante, junto con Enrique  fueron sin duda profesionales íntegros de un difícil servicio donde el corazón cada día libraba una batalla entre el deber y la situación.

Si algo tengo claro es que si los cuatros pudieran girar visita por lo de las setas, cosa desgraciadamente imposible, seguro que el  informe que le pasarían a la directora de área seria tan demoledor, por las carencias que se advierten, que tendría que clausurarse la laberíntica  plaza municipal de abastos y en consecuencia el que elevarían al Delegado, pues, como seguro que no iba a dimitir por lo que hizo el doctor, lo mismo los destinaban, con aumento de sueldo, modus operandi en la transición,  a un despachito ex profeso, de Pastor y Landero.

Conociéndolos, no me los imagino ganando el insudado pan de papel, como tantos que en  la actualidad,  ni conocen el procedimiento  administrativo, y  llevan meses sellando el mismo expediente. La vida.

Sevilla a 27 de Agosto de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

   

 

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